Ha pasado ya tiempo desde la última vez que me negué a ser tu víctima.
Tras el no, vivimos alegres y soleadas mañanas,
en una casa desconocida con luz extraña y perfecta,
estores a media asta, un olor casero de la infancia,
libros viejos y la bandera cubana cubriendo mi cuerpo aún adolescente.
Se iban llenando los espacios de la desilusión,
la música y el teatro se abrazaban a mí de nuevo.
Creo que coincidimos en que ambos rostros parecían acabar de nacer,
transtornados con aires de fiesta y de latidos galopantes,
mudando de piel con raros besos, nutriéndonos del otro y sus proyectos.
Coloreaste mi desgana con tu aliento,
apareciendo pronto, abrazándome hasta tarde,
e intuyendo que ya nos habíamos conocido antes,
en otra vida lejana, arropados por el misterio y las estrellas,
jugando con los pecados, alimentándonos de lo prohibido.
Desnudos, y con los sueños como carta de presentación,
irradiabas un calor desconocido,
de mirada salvaje o agresiva, pero el más tierno en la caricia.
Embriagaste mi letargo con desayunos de aceite y cafeína,
con aroma a hierba y azafranes.
Me quitaste la espina, sin preguntas ni juegos macabros.
Templado y liviano amanecer,
todo se fue volviendo menos triste con tus manos de pianista esquizofrénico.
Tu carácter era tan voluble como el mío,
sin medida, sin transición, extremadamente incomprensible.
El equilibrio brilló por su ausencia,
pero seguíamos siendo dos seres que se necesitaban por encima de lo terrenal, de las diferencias. Personas para las que ser amado si tenía sentido.
Fuimos tanteando con las yemas el terreno,
y exaltados al final,sucumbimos a la razón
introduciéndonos en un bucle de tardes lluviosas compartidas.
No hiciste preguntas pero yo hablé.
Te dije que no era de fiar,
que alguien sin miedo nunca lo es,
que pasaba por la vida sin pena ni gloria,
que estaba inmersa en el recuerdo y la soledad.
Que todo había perdido el sentido en mi vida .Que quería que así siguiera siendo.
Pero una noche eclipsamos el mundo con nuestras voces llamándonos a gritos.
Se me olvidó la pena y el espanto.
Te dije no te convengo,
no te querré,
no te haré feliz, caeremos en picado,
nunca te haré partícipe de mi locura, ni de mi extraña forma de amar.
Te torturaré sin miramientos.
No te importó,
viste una señal durante el sueño, que te guiaba hasta mí,
que te decía claramente que a mi lado estaba el camino.
Me dejé querer por tus instintos,
y en el laberinto del subconsciente te dí la mano
te miré sólo una vez.
Y supe que proyectaríamos calor que el mundo necesita,
necesitándonos sin saberlo,
sabiendo que estamos perdidos,
o salvados.
lunes, 6 de diciembre de 2010
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