lunes, 20 de diciembre de 2010

Todo fue poesía alguna vez.

Amasaba con sus manos una pasta de nata entre grandes bostezos y resaca de sentimientos extraños.
Otro amanecer en el que dejaron de existir las estaciones, el cambio climático me pegaba en el rostro abrasando mis mejillas.
No era la primera ni la última vez que el corto y perezoso invierno se reía de la ciudad.
Y a la gente, lejos de preocuparle, le encantaba que el cielo se hubiera vuelto esquizofrénico e impredecible. Les gustaba vivir la Navidad en terrazas al sol, en mangas de camisa y sin lanas.
Me encanta la lana.
Me encantas con tus jerseys de lana bereber, y cuando me abrazas, huele a viejo y a la Castilla profunda enre los gruesos hilos de tus cálidos susurros.

Imagino farolillos ennegrecidos y rotos, y misteriosos ruidos enlatados dentro de una taberna decadente, escondida entre las sombras de un pueblo manchego, frío , seco, oscuro.
Sobre todo oscuro.

Las palabras vuelven a ponerse en tela de juicio. Las necesito como el agua en estos días sensibles y nuestros.
Demasiadas preguntas, pocos detalles, mucho frío. Pero también muchas ganas.
Locas.
De amar, de errar, de ser de nuevo dueña de mis sentimientos sin serlo en absoluto.
Me hago la esquiva para hacerme impermeable al dolor, y ser libre, libre, libre.
Sólo quiero decir adiós a los fantasmas del verano en las cascadas de luz, cerrar episodios como se apaga el viejo día al tomar protagonismo la inmensa luna rota.

Exhalo suspiros intermitentes en una terraza incendiada por la savia de unos árboles inmortales, de unos gatos invisibles y de una bicicleta oxidada que cayó en el olvido tras la ilusión.
No puedo ser sólo alguien a quien enciendes con tus manos.

He sido recompensada con la intensidad del que nunca piensa en el mañana, creo haber sido querida con el calor de un millón de sueños apretados.
No hay nada en mí que no hayas visto antes, y sin embargo, aún no has visto nada en mí en lo que yo me identifique.
No sabes nada, y a la vez lo sabes casi todo.
Me escapo de tus trampas como un ratón asustado, y te crees que me creo la mitad de tus recursos.
Nadie dijo que fuera fácil empezar algo empezado.
Nos fumamos la melancolía, y entre combustión y latidos empieza una nueva vida en nuestros párpados dormidos.
Y me quedo sin palabras bailando en la cocina, descalza, y sin más poesía que la que me ofrecen tus manos en mis vértices.
Me sabré el número de tus lunares antes de que puedas darte cuenta.
Y esa será tu perdición, también la mía.
Pero me querrás muerta si huyo tras hacer mío tu cuerpo, para conocer ese mundo que jamás podre poseer.
Ese mundo que creo mío sin serlo, del mismo modo que alguien pensará que yo le pertenezco.
Pero no es así.
Escurridiza y volátil , engaño a todos, y me engaño a mí, creyendome inmortal ante tus ojos alargados.
Existimos como amantes de la vida, nunca te prometí algo más, ni tú lo hiciste.
Tápame la boca, que la sopa de letras deje de existir bajo mi nombre verborreico.

Haz que el mundo acapare sólo este minuto de silencios y preguntas mudas.

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