jueves, 20 de enero de 2011

Simplemente Benedetti.

Se retrocede con seguridad


pero se avanza a tientas

uno adelanta manos como un ciego

ciego imprudente por añadidura


pero lo absurdo es que no es ciego

y distingue el relámpago la lluvia

los rostros insepultos la ceniza

la sonrisa del necio las afrentas

un barrunto de pena en el espejo

la baranda oxidada con sus pájaros


la opaca incertidumbre de los otros

enfrentada a la propia incertidumbre


se avanza a tientas / lentamente

de los convictos y confesos

en búsqueda tal vez

de amores residuales

que sirvan de consuelo y recompensa

o iluminen un pozo de nostalgias

se avanza a tientas / vacilante

no importan la distancia ni el horario

ni que el futuro sea una vislumbre

o una pasión deshabitada


a tientas hasta que una noche

se queda uno sin cómplices ni tacto

y a ciegas otra vez y para siempre

se introduce en un túnel o destino

que no se sabe dónde acaba.


martes, 18 de enero de 2011

Una palabra tuya bastaría para salvarme.

Era tan feliz que creía a veces, que la desgracia me atacará un día por la espalda .

En plenos exámenes, mi cabeza se trasaladaba volando alto, altísimo ,hasta llegar a increíbles parajes naturales de la Amazonia, playas de arena inmaculada y arrecifes colorados se mezclaban en mis pensamientos.

Recorrí las Galápagos con los dedos, y subí hasta el mayor pico de los Andes para sentirme por un minuto la dueña del gran teatro del mundo.
Me sentía libre a pesar de que no lo era.

Los jóvenes y los niños somos los únicos idividuos que nos creemos libres y nos acercamos más a serlo, aunque sea porque soñamos más que los adultos y por la falta de responsabilidad que aún tenemos.
Aún podemos inventarnos nuestra vida.


Cerraba los ojos por la calle, en mi casa, en clase, y pensaba en lugares maravillosos que podría ver en unos días, y podía palparlos, con la imaginación de un niño, y podía sentir escalofríos, meter mis pies en el agua azul cyan, oler la selva virgen, embriagarme de su frescura esmeralda, y sentir la altura de las montañas en mis taponados oídos.

Esa semana hizo muy bueno, un sol radiante, y hasta calor, aunque llegaba el segundo mes y el invierno marcaba los calendarios.

Paseando por la calle, el edificio rosado de un banco se reflejaba a lo largo de toda la calle, simulando una alfombra rosada impresionante todo el camino.

Por esa misma calle, a mi izquierda se escuchaba el traqueteo de los trenes desplazándose entre la bruma dorada, y por la valla que separaba las vías de la acera, la luz incandescente hacía destellos de un segundo en mi rostro, , como flashes naturales que me acompañaron todo el camino.

Olía bien la calle, como a limón, y le daban ganas a uno de comerse el sol a mordiscos.

Solía cantar algunas noches a todo pulmón en medio de la calle cuando no había nadie , sobre todo si llegaba de alguna fiesta a casa tarde, y las calles desiertas, querían escuchar a algún cantautor revolucionario de esos que por lo menos a mí, me agarran por dentro, consiguendo que mi cuerpo se paralice, y que no pueda estudiar, hablar ni pensar en otra cosa más que en esas letras tan exageradamente bellas y en sus guitarras de acordes imposibles.

Libre de mis estigmas, de mis horarios nunca cumplidos, libre de las llamadas o compromisos, invisible, lejos de que mi felicidad fuera condicionada por suspender o no las asignaturas de la carrera fui inmensamente feliz. Me sentía plena y desbordada.

No me importaba lo que el nadie pudiera pensar sobre mí desde hacía bastante tiempo, por eso era más libre que el resto.

La vida no había sido creada para sufrir innecesariamente, para autoflagelarnos con obsesiones insanas y estreses absurdos.

Me encantaba de hecho, la época de exámenes, desde siempre.
Siempre con tiempo para el ocio (algo que no creo que muchas carreras permitan), tomar algo con un amigo al que hace tiempo no ves, leer un libro que te apetece, ver pelis e ir a conciertos, pasear por la ciudad soleada y disfrutar de la brisa húmeda del botxo.

Las bibliotecas se llenaban por primera vez, y se llenaban bien, sin poder recibir a los que solíamos ir más a menudo(aunque fuera a coger una película)..

Había una en especial , que era mágica.

Me llenaba de alegría con tan sólo pisarla.
Lámparas cristalinas pendían del techo de madera y oro, cuyos atriles de madera antiquísimos olían a lo que eran, y la escalera de caracol con hermosas vidrieras a los costados me dejaban extasiada.
Nada más salir, encontrabas la zona antigua de la villa, dividida en un principio en siete callejuelas paralelas con casas de colores, llenas de balconcitos descorchados con flores o periquitos, que competían entre ellas para ver cúal era la más solicitada o vistosa.

El resto de bibliotecas, como pasa con todo, eran modernas, no olía a madera, la luz era fosforita y la tecnología las inundaba por completo. Las estanterias no habían tenido tiempo ni de acumular polvo, y me causaban tristeza, por su frialdad y falta de carácter.

En menos de una semana dejaba la ciudad para embarcarme en la mejor decisión que había tomado.
Una prueba, la ilusión encogiendome el pecho con fuerza, mi cabeza más allá que acá, y todo ya preparado.
Faltaba tan poco que parecía una broma.

No sabía lo que me esperaba, todo estaba en nuestras manos, y un poco en las de la suerte y el destino.

A diferencia de algunos, que vivían pensando en que estábamos determinados, que nuestra mala suerte no tenía posible solución y que debíamos acatar el destino marcado, yo confiaba en que la actitud de uno mismo ayudaba mucho en el camino, que definía nuestra suerte en gran medida, a pesar de que siempre se nos escaparan algunas cosas de las manos.

Pero también creo un poco en que todo está conectado por casualidades y momentos en que tenía que pasar esto para que después sucediese lo otro.

Llegó el momento y llena de incertidumbre y de arrebatos de euforia, las mariposas regresaron, subiéndome hasta la garganta, dilatando mis pupilas , haciendo que cada vez que pensaba en lo que pasaría mi cuerpo no supiera cómo responder.

Tenía tanto miedo y tantas ganas..

Ganas de que volviera todo a su ser sin decir una sola palabra.

O sólo la palabra precisa
la tuya.

lunes, 17 de enero de 2011

Amo tanto la vida..

Amo tanto tanto la vida, que de tí me enamoré.
Y ahora espero impaciente, ver contigo amanecer.
Si se acaba este milagro, si se consume mi voz,
si me das un último portazo, en qué calle moriré yo.

Estás tan bonita esta noche,
te sienta el pelo recogido, tan bien,
pídeme cualquier deseo, poco te puedo ofrecer..

Lloras, gritas, bajo la lluvia, como el ángel Lucifer,
somos de nuevo herida abierta,
mala tierra trágame.
Trágame.

Amo tanto , amo tanto la vida
que de tí me enamoré.
Y de amarte tanto, tanto,
puede que no te ame bien.

Si yo fuera tu asesino, conmigo nunca tendría clemencia,
y me condenaría a muerte,
que es condenarme a tu ausencia.

Que no haya más despedidas.

El próximo avión que tomes
conmigo lo tendrás que hacer
y el camino de regreso yo te lo recordaré..

Te lo recordaré.

Letra de Ismael Serrano.

sábado, 15 de enero de 2011

Martina

Un sábado cualquiera, despertó sonámbula en la ciudad del séptimo sueño.

Hacía tiempo que estaba enemistada con ellos, desesperada, sin hallar tregua ni posible reconciliación.
Los lejanos e inalcanzables sueños se le escapaban por entre los dedos de la mano cada noche.

Los pensamientos de tormento vagaban por los mares de su conciencia,
se le anudaban asesinos a la mente, con fuerza, sin piedad,
y la pobre, con una ansiedad estremecedora, se levantaba exhausta,
atiborrada de pesadillas y de miedos que no sabía descifrar.

Pedía clemencia, rogaba a sus pensamientos que le dejaran libre,
que huyeran a otra mente para esclavizar otra conciencia,
o se convirtieran en nubes blancas y se evaporaran lentamente..

Sin embargo, parecía que ya nunca le dejarían marchar.

Se ahogaba entre sombras tenues y deformes,
cayéndose por agujeros tenebrosos y mal iluminados,
y a medida que iba descendiendo por los túneles resbaladizos,
risas de locura melodías infernales se agolpaban contra sus débiles tímpanos.

Esas horas eternas de intranquila oscuridad ya formaban parte de ella,
que parecía más un búho taciturno que un ser humano diurno y corriente.

Algunas veces,se desvelaba en mitad de la noche, iba a por un vaso de agua a la cocina entre la negrura, los pies fríos, los ojos ciegos, la boca seca.
Temblaba un poco, destemplada y frágil, tan frágil que parecía que su cuerpo se pudiera romper en mil pedazos en cualquier momento.

Una luz de luna se colaba dulcemente por las rendijas de la ventana oxidada de la pequeña cocina, y traspasaba el vaso transparente, abriendo los ojos de la muchacha poquito a poco,
como una madre, para hacerse notar, como diciéndole, no te pierdas como brillo esta noche, pequeña niña asustadiza, te sentará bien, me necesitas, como yo necesito ser observada..

Uno de esos pálidos casi amaneceres , la joven tomo una decisión.
Fue al cajón más peligroso del baño abuhardillado ,
y, agarrando con sumo cuidado el pomo de acero, tiró de él lentamente para que no chirriara,
(ya que no quería despertar a los soñadores)
y buscó lo que necesitaba..
Algo que apaciguara su sonámbulo malvivir.

Y lo consiguió, y se metió bajo sus frías sábanas blanquísimas y acurrucada en sí misma, protegida ,en un ovillo, abrazada a la oscuridad de su insomnio, a su incapacidad de soñar,
a lo terrible que todo eso significaba para alguien que vivía soñando,
pero sólo durante la luz del alba.

La ventana estaba abierta por arriba, y vientos del sur azotaban los estores acunándolos con una brisa especial..
Le pegaba el viento casi invisible en el rostro infantil,
moviéndole cabellos sueltos rubios como paja,
haciéndolos bailar en la medianoche.

Se le durmieron la lengua, los párpados, las pestañas, y la piel dejó de tiritar, los pelos de erizarse.
Llegó la calma seductora, adormilando sus poros y su vida, apagando la rabia y el desencanto, borrando de su cabeza todo mal, dolor y caos.
Imaginó mil paraísos en que seguro estaría pronto, inventó palabras, colores de una paleta extraordinaria, músicas sobrecogedoras, puertas invisibles...

Hizo en fin un mundo a su medida.
Y en ese casi sueño que tuvo después de tanto esperar, pudo ver sólo un rostro con nombre, impreciso, pero cierto, la cara más hermosa que podía recordar.

Pequitas rellenaban sus pómulos de recién cumplidos seis años, llevaba una coleta con una mariquita y los ojos más extraños y lindos que nadie puede imaginar.
Brillaba a metros de distancia.

Había ido de clienta al restaurante con sus padres esa noche.
Le preguntó a la camarera como se llamaba, después le siguió con la mirada durante toda la velada, con sus ojos inocentes que parecían tan adultos,
sonriéndole desde la distancia, haciéndole muecas y tonterías.

Le dijo "ven" y ella fue.

Le había hecho un dibujo de un corazón muy cursi que como ella dijo, debía recortar,
y detrás del mismo había escrito su nombre.
Hacía poquito que había aprendido a escribir.
Al marcharse le dio un beso y le dijo que volvería a verle muchas veces más.

A ella se le partió el corazón.
De todo lo que le había sucedido últimamente,
ella había sido la primera persona que hizo que algo dentro se le despertase,
a la que había sonreido con ganas,
por su ternura cándida y anaranjada ingenuidad,
su mirada de pureza absoluta ante el mundo desconocido.

Deespués de un día duro, rodeada de seres envenenados y hastío, amargor,
esa niña le eligió como su víctima y le dió lo más hermoso que podía ofrecer.

Hubo un momento, cuando se fue,
en que no pudo borrársele una auténtica sonrisa de la cara,
hasta tuvo ganas de llorar , estrecharla entre sus brazos,
y oler su piel limpia y suave de vainilla,
como contraste al olor del restaurante,
la cocina y la suciedad adulta,
y raptarla, y llevársela lejos a su país imaginario..

Era ella, ahora lo entendía todo, su salvación y su nueva fuerza.
Martina.
Qué nombre más bonito, le dijo.
Y era mentira, pero en ella quedaba así de bonito.

Algo tan sencillo para cualquiera le dio ganas de vivir con intensidad un día más.

Y pudo dormir, y soñar, por primera vez, desde tiempos inmemorables,
gracias a la pequeña llamita incandescente que le salvó de la pesadilla eterna.

martes, 11 de enero de 2011

Y cruzaron los dedos para que no fuera la última vez.

A mediados de Enero Laura había encontrado el equilibrio
por primera vez en su vida.

Fue aquél un Enero pasado por agua y templado,
con vapores y humos de coches ruidosos embriagándole el corazón ,
asesinándole los pulmones llenos antes de pureza oxigenada.

Todo le iba mejor que peor,
la verdad es que no podía quejarse, porque era muy afortunada.

Gozaba de buena salud junto a los suyos,
disfrutaba de todas las pequeñas y hermosas cosas de su rutina,
tales como un amanecer bonito o un paseo a la noche por la ría alumbrada por farolas rotas.


Su familia le quería bien,
aunque no fueran capaces de entender su modo de vida como ella quisiera,
tenía muchos concocidos y algunos buenos amigos en que apoyarse,
pero tenía un problema con todos ellos, sobre todo con los primeros:

Cada vez que alguien le impresionaba o le llegaba al alma
aunque fuera un poquito,
no podía sacárselo de dentro,
a menos de que ellos no soportaran su manera de querer.
Se le adherían las personas como una enredadera a las entrañas,
y ya no podía desligarse de ése vínculo nunca más.

Toda forma de alejarse era en vano,
sus lazos con el resto de los mortales permanecían unidos,
fuera de toda lógica ,
fuera de todo sentimiento romántico si se trataba del otro sexo,
solamente quería crecer acompañada,
formar parte de muchas vidas,
construyendo la suya propia aprendiendo del resto.

Le gustaba rodearse de personas muy diferentes entre ellos,
para descubrir poco a poco cómo todos se equivocaban al juzgar,
por eso cada día intentaba hacerlo menos,
por todas las sorpresas que había descubierto en las personas.

Le encantaba ver cómo todos compartían grandes vínculos en común,
pensamientos calcados, aunque creyeran que los habían inventado ellos,
preocupaciones similares, miedos compartidos.
Le gustaba que la gente abriera su corazón como ella lo hacía,
a bocajarro, confiando la vida en el oyente,
haciéndole vibrar con la verdad a flor de piel.

Y aunque le frustraba perseguir algo constantemente,
rara vez les envidiaba, excepto algún día en que dormía sola y quería un cuerpo al que abrazar.
Pero no a cualquier cuerpo.

Le gustaba escuchar historias de buenos cuentacuentos,
con el don de la palabra o un buen sentido del humor.

Claro que, tampoco era ella nadie para hablar sobre el amor.
O al menos, al intentar conseguirlo le salía siempre el tiro por la culata.
Se metía en líos contraproducentes, intensos y tormentosos,
que le llevaban a querer efímeramente
acabando su interior o el del otro,
hechos un trapo.

La gente, entraba y salía de su corazón como Pedro por su casa,
pero nadie se quedaba por mucho tiempo en él,
sobre todo cuando ya había otro inquilino
aunque rara vez hubiera sucedido.



Su madre decía que tenía el corazón como una alcachofa,
podía ser,
pero también era por su genética así de enamoradiza
y una sobresaltada sentimentalmente.
Una teatreta dramática que lloraba poesía
o por una imagen conmovedora que le desgarrara por dentro.



A veces los hombres no entendían su manera de querer.
Se enfadaban porque ella no podía darse a ninguno.
A ninguno que le hubiera querido antes que ella a él.
Y así, entre relaciones caóticas y profundamente emocionales,
se iba quedando con los amigos que le veían sólo como a un alma semejante,
y no como a un cuerpo de mujer.

Todavía quedaban de esos por el mundo.

Enero cumplió sus catorce días,
y de repente, en el único momento de su vida en que se había equilibrado,
en el único día en que no pensó con fuerza en el amor,
encontró a alguien que le dejó muda por primera vez.

Y eso era difícil.

Y no hubo un primer paso,
nadie tocó primero al otro.

Y sin saber nada de la vida,
ni del amor,
se encontraron en un espacio paralelo,
lleno de música y noches en vela acompañados,
de nervios y éxtasis que te aprieta el pecho dificultándote respirar.

Amanecieron la mitad de un año siameses,
unidos por la línea de la vida que acababa en el otro,
dos obsesos de la libertad que habían elegido la provisional
en un invierno poco preciso, en que sus seguridades frente a todo,
se derrumbaron como en un efecto dominó épico.


Y una cosa sucedió a la otra,
y lo que parecía un futuro lejano se hizo ahora,
y sus esperanzas se rompieron contra el suelo,
haciendo más ruido, arañando más que miles de cristales rotos en al piel.


Pero no iba a ser la última vez de desayunos compartidos.
No sería la última despedida ni la última mentira.
Quedaba mucho dentro de los cuerpos como para separarse entre silencios.

Y no hizo falta hablar esa tarde del año siguiente.
Mereció la pena la duda, el sufrimiento, la pérdida.

Y nadie estuvo seguro nunca más de nada,
con la seguridad de ser amados fue más que suficiente.

Y así, se encontraron en otro mundo, en que pudieron empezar de cero a reinventar el amor que jamás se había extinguido de sus cuerpos vivos, que jamás había desligado al otro del pensamiento, que era eterno.

Y como todo lo eterno, hermosamente complicado, como ellos, cuyas miradas habían acertado al encontrarse aquella vez, en el aula que parecía vacía aun estando abarrotada, polvorienta, de gélidos suelos y calor incadescente levitando sobre las cabezas.

Afuera llovía suavemente, y un reloj marcaba incansable el tiempo del que disponían..


domingo, 9 de enero de 2011

La incertidumbre de creer en el humo en que sólo él creía.

Y la pascua huyó al fin de la ciudad aterrorizada por las rebajas, el fútbol y la ley antitabaco.

Un chico cualquiera de la ciudad no quiso saber nada de nadie durante una temporada.
Sólo quería ser invisible, traspasar las paredes sin ser visto,
escuchar el silencio, sentir escalofríos cuando salía al balcón a medianoche medio desnudo.
Liarse un cigarro a medias con la luna retorcida y su inseparable relación de nostalgias compartidas.


Harto de excesos, de comer por comer, de hablar por hablar, de salir por salir.
De que la desidia controlara sus mañanas, viendo pasar la vida entre desconocidos y días sinsentido en que no se reconocía ante el espejo.
Ojeroso, cada día con menos neuronas y más lagunas en su oxidado cerebro acomodado.

Se escondió sin hacer ruido, y acurrucado entre una áspera manta que una vez fue de ciertopelo, se propuso no despertar hasta que una palabra le diera un vuelco al corazón.
Algo tenía que pasarle.

Tenía que esperarle algo detrás de alguna de las esquinas que formaban los callejones noctámbulos de besos robados.

La vida le supo a poco durante el calendario de adviento.

Algunas veces se atormentaba a sí mismo,
pensando que iba a morir joven,
y se asustaba al imaginar que sería de él, de sus secretos y esperanzas,
de lo que nunca dijo y jamás escribió porque se le acabó la tinta de su voz rota y de su Bic cansado.
Que sería también de sus más recónditos pensamientos que ni a él le pertenecían,
pues llevaban otros nombres que no podía olvidar.

Que esperar después de la vida que le habían vendido en oferta,
sabiendo que todo era caduco, como su yogur preferido de frutos rojos.


Palideció su mundo ante la primera semana,
y entre tembleque y turbulencias
se quiso imaginar que no estaba tan sólo.

Y sintió una mano amiga, lejana y suave,
que le agarraba con fuerza para que recobrase el aliento perdido hace semanas.


Y vió que no era allí donde debía estar.
Se imaginó a sí mismo bajo el agua,
desnudo, embriagado por el frío y el éxtasis,
estrujando su alegría con un alma semejante.
Un punto en común que nadie comprendería,
alguien a quien volcarle sus sueños y sus terribles desengaños.

Y del pensamiento a la certeza de creer en la intuición,
hizo las maletas y desapareció para huir de la desilusión y enfrentarse a sus sentimientos.
Algo se le había quedado en el tintero.

Sus lágrimas saladas se mezclaron con viento sur.
Olía a verano a desierto, y la brisa le pagaba en la cara,
le rozaba las pupilas, cerrándole los párpados como persianas sonrosadas.


Y con tantas tormentas
todo se volvió muy fácil ante su nueva mirada,
empezó a ver todo con más claridad,
sus raíces se fortalecieron
y le pareció que valía la pena intentarlo todo.

Se propuso seguir pasos de vaho,
y un caminito lleno de piedras de colores
como Pulgarcito,
que le llevarían a su hogar,
que nunca había cambiado de fondo, sino de forma,
y que le esperaba con ansiedad al otro lado.

Tenía miedo, sin embargo.
Qué pasaría si al arriesgarse no encontraba el camino a casa?
Si se volvía loco y lo dejaba todo por una idea o un concepto,
si cuando encontrase el camino que creía correcto fuese demasiado tarde?

Así, entre preguntas y una sóla respuesta, se adormeció,
como un pequeño feto entre aguas tranquilas
y sonidos tenebrosos que anestesiándole
le recordaron que su vida empezaba ahora.

Ya.

miércoles, 5 de enero de 2011

Y al tercer día, resucité.

Llevaba ya varias semanas mi alma enferma,
mi cuerpo había quedado reducido a cenizas,
como queriendo acompañar al espíritu ,
solidarizándose con mi estado anímico, que en ruinas,
estaba durando más de lo normal.

No ví la luz durante tres días y dos noches, sofocando mis desequilibrios térmicos con duchas curativas de palabras prohibidas, dejando la cafeína, serenando con música mi cuerpo envenenado.


Tan sólo intenté que la balanza emocional fuera positiva por primera vez desde hace mucho.

Entre los escasos metros de ese espacio que, como toda buhardilla, tienden a ser rellenados con la luz de la ciudad, (pero que áhora había desaparecido)
, me enclaustré entre las tinieblas para dejar de tener miedo a estar sola.

Solía decir que no temía a la soledad. Es fácil decirlo cuando no estás nunca sola.
Cuando te enfrentas a una soledad voluntaria que más que creértela,
te hace autoengañarte para que pienses que no necesitas el calor humano,
que eres a fin de cuentas, libre.

Todo mentira.
En las tinieblas aprendí que comprendo mejor a los atormentados que huyen de los demás para estar totalmente aislados.

Amé esa temporada en el infierno,
a medio caballo entre la locura y la máxima cordura,
intentando entender el mundo y al ser mejor que nunca.

Me hice preguntas que no me había planteado antes,
escuché mejor lo que mi cabeza y mi cuerpo me pedían,
en el silencio.

También huí algunas veces de las respuestas obtenidas.
Me escudé en la gente que me quería bien, me alejé de la crítica, la repudié.

Toqué con los dedos la euforia de los sonidos de las cosas, de la alegría sana y sencilla que brota porque sí, sin que nadie pueda controlarla.
Podía por un instante controlar mis ansiedades, mis arrebatos, respirando.

No pensaba en nadie que pudiera estar pensando en mí.
Es curioso cómo hay veces que pasas largas temporadas buscando algo de tí ahí fuera, cuando la solución al problema está delante de tus narices.
Justo ahí, esperándote.

Una vez la tocas no quieres separarte de tu parte oscura, de tus ásperos silencios,
de tus opacos pensamientos, que dejan entrever todo lo que importa en esta vida.

La voz ahumada y cálida de la soledad te atrapa. Nadie parece poder hacerte daño.
Juegas con tus recuerdos a tu antojo, te los inventas y los destruyes y los vuelves a crear como quieras.

Esa familiaridad intacta te arropa y te engaña, diciéndote que eres mejor persona de lo que te consta ser.
Y todo porque no sufres más que con el pensamiento como único sentido.
Nada duele si te escondes.
Pero hay que ser fuerte para controlar el pensamiento, o tener un borrador muy bueno en el cerebro,para demoler pensamientos dolorosos.

Volví a sentir la euforia en mi regazo y la precipitación de la alegría con fiereza en mis venas granates, atestadas de pasiones sin fin.
Me sentí, con una energía que era emanada directamente de mi cuerpo, que me mareaba.
Sin cafeína, sin estímulos externos, sin nada.

Era sólo yo, con la mayor corriente de fuerza y destrucción que había visto antes en mí.

Y volví al cristal de la última vez, donde hace unos años, consumiéndome entre velas y melancolía, logré levitar.
Hasta que caí.
Y tuve que Aferrarme sin querer a lo que me hacía todavía esclava de la miseria humana.

Me tocó el amanecer las puntas de los dedos, mis pestañas fueron transpasadas por el último rayo de sol posible, los ojos se me entornaron hasta parecer amarillos.
Temblé y con la piel del invierno de pelos erizados, mis secos labios entreabiertos simularon un suave suspiro de lamento.

Fui capaz de llorar al fin como sólo me es permitido cada ciertos años raros.
Vomité la angustia hasta quedar sin aliento.

Tal vez fue una señal.
Tal vez los sonidos del mundo, incansables, quisieron acurrucarme para que no tuviera frío,
para curarme el alma, para devolverme los sueños que ya nunca más tuve.

Tal vez me estaba llendo de este mundo poquito a poco,sin hacer ruido, descalza, lentamente, mientras todos dormían en vida..


domingo, 2 de enero de 2011

Obstinada y realista percepción.

Hay días en que unas palabras se te obcecan en la cabeza, taladrándote, para escurrir su amargura en tu caminar.
"Para qué todo, al fin y al cabo"

Nuestro futuro está marcado por lo que hicimos, lo arrastramos como un lastre dolorido esperando una gratificación por ser pacientes y leales.

Nada es real en este lugar sin importancia.
Hemos de inventar para seguir con vida, antes de desfallecer por apatía y sórdidos sentimientos.
Tiramos la toalla cuando algo se escapa de lo que un día imaginamos, tendemos a la desidia y a la dejadez poniendo como excusa que hemos perdido el rumbo y no sabemos como retomarlo.

La lucha no se inventa, la lucha está ahí, esperándonos, dándonos su mano todos los días de nuestras vidas, hasta que seamos tan fuertes que podamos continuarla inintermitentemente.
Esa es la única opción posible. Otro mundo es posible.

La lucha por ser felices y coherentes o justos con lo que aborrecemos o juzgamos terriblemente injusto, no dejarnos abatir, no alejarnos de la luz, , no ser sometidos a lo que para el resto lo es todo, y para algunos no tiene ningún sentido.

Sí que se puede hacer algo.
Siempre se ha podido, pero las soluciones no se hallan de la noche a la mañana. Miles de factores intervienen entre nuestros deseos y el día en que se vean hechos realidad.
Por eso la gente se cansa de seguir lo que creen una ilusión frente al poderoso mecanismo que tienen sobre sus cabezas.

Oigo gritar noches a madres con sus hijos temblorosas en medio de un callejón sin salida en que su vida se ha convertido, veo documentales que me quitan el sueño, leo sucesos que me parten el corazón.

No es la caridad lo que nos salvará, sino adoptar una actitud firme frente al mundo que nos rodea. Sin desesperar, sin huir, siendo realistas pero también conscientes de que el espíritu de cambio no se pierda porque muchos nos digan que "no hay nada ya por lo que luchar, o morir".

O por ejemplo, la manida frase de "yo a tu edad también era así". Y se quedan tan panchos,oye.
Lo que deberían de pensar es en cómo podría haber sido su vida si es cierto que abogaban por otros valores que no fueran el del matrimonio y el conservadurismo de cuando uno se hace viejo y cómodo, y ciego.

Es una pena, pero hay todavía miles de cosas por hacer, no todo está inventado, como muchos creen, ni todo está establecido, ni nosotros determinados.
El libre albedrío existe.
Muchas personas apagan la televisión cuando hay algún acontecimiento que no les satisface, que les agobia, o a fin de cuentas, le duele, porque es así.

Porque son millones de personas las que tienen miedo de ver que hay algo que se les escapa de su mundo reducido rutinario y familiar. Y es comprensible, y sólo les critico porque no me gustaría tener que tragarme mis palabras y acabar viviendo una escena similar en cuestión de años.

Luego también depende de la educación recibida, de las noticias que leas, de tus compañías y de que te tachen de chiflado si con cuarenta años te metes a un voluntariado o a un comedor social para ayudar en tus ratos libres.

Pero siempre hay tiempo y sobre todo esperanza. Somos muchos los que no estamos de acuerdo con casi nada, o a los que no nos entiende la mayoría de la gente ,a la que intentar abarcar un intervalo de cosas que se escapan de lo normal les asusta.

No me siento ni mejor ni más especial por ello. No siempre he pensado de esta forma, ni habré sido coherente con lo que predico.
Pero siempre he sido sensible con lo que a mi alrededor sucedía, y me ha conmovido la dura realidad que se cierne fuera de mis conocidos horizontes. Al igual que millones de personas que dejan sus vidas acomodadas y se enfrentan a realidades mucho más duras que yo despotricando aún impotente por mi cobardía, enfrente del ordenador.

Vas cambiando poco a poco tus prioridades, y lo que antes te hacía ilusión se ha transformado en otra cosa, lo que antes veías como imprescindible, deja de cobrar tanto sentido, y lo hace otra cosa, otro acontecimiento, y aparecen sentimientos nuevos sobre sucesos que desconocías, y te conoces mejor de lo que jamás hubieras imaginado.

El mundo es demasiado grande, y nosotros muy pequeños, pero somos una corriente inagotable de fuerza extrasensorial que acapara el mundo. La información,tan criticada siempre, está ahí, al alcance de todos los que de verdad quieren saber, no decir que saben.

Llega un día en que decides dejar tu vida de clase media, de niñata entre algodones y te das cuenta de que no hay tiempo que perder para que haya personas que tengan la centésima parte de todo, todísimo de lo que te has rodeado desde que tuviste la suerte de nacer en donde naciste.

O te dedicas al teatro partiendo en dos tu vida, y te vas lejos, lejísimos a una compañía de mimos en Latinoamérica para vivir con lo justo siendo feliz, conociendo tu cuerpo y a millones de personas encendidas por la vida, que se mueven por los demás más que por si mismos.

Hay opciones, siempre las hay.
Somos más fuertes y valientes de lo que nos hacen creer, podemos hacer tanto que callaríamos millones de voces con nuestras manos.

La vida es tan bonita que me gustaría solamente que todas las personas lo pudieran ver, y sentir, como yo lo hago.

Amén .

El año en que aprendimos lo bueno y lo mejor.

2011.

Matasuegras, abrazos a partir de las 00:00(no antes),champagne efervescentemente caro, agradables marcas de pintalabios de tu tía Encarnita en las mejillas, trajes brillantes y peinados que imitan los vestidos de la Cuore, sonrisas con jamón intercalado, religiosos villancicos que como buen ateo tienes interiorizados y te recuerdan a las navidades que fueron de verdad navidades..
Y parece que las bodas de Caná tocan su fin por fin.

Ruido, mucho ruido en las ventanas abiertas, bengalas de fuego disfraces y luciérnagas artificiales, tanto, como esta noche inventada por un Dios Baco inmortal, poseedor de todos los pecados capitales y semi alcohólico, al que pensar en el día de mañana le venía grande.

Resacas universales han adormecido lo que aún hoy son nuestros confusos sentidos.
Hoy ,todavía sombra de lo que fuimos el año pasado, algo así como deshechos humanos con la mirada perdida hasta que el lunes nos salve del naufragio.

Distraídos, espabilamos como la naturaleza en el más hermoso de los deshielos, y sentimos que la vida ha vuelto a comenzar, que es nuestra oportunidad para embriagarnos de la felicidad de las novelas.

Hoy, sin embargo,dejamos de ser osos que hibernan para enfrentarnos a un trimestral invierno que recién nace de entre la escarcha y el confetti de colores.
Y a los exámenes, que siempre hacen mucha ilusión a los universitarios.

Miles de objetivos y viejos propósitos a relucir marcan el calendario de los chinos, de los mayas, y cómo no, de los eurocéntricos atormentados por las crisis y los dos años más que deberán de trabajar antes de disfrutar del júbilo de la jubilación.

Hay cosas que nunca cambian, ni falta que hace.
La desintoxicación de excesos sinsentido, las llamadas comentando la jugada de la gran corta noche del antes y el después, que lejos de serlo, es lo mismo, pero con Jorge Javier Vázquez anunciándonos nuestra nueva vida, y sobre todo, cómo ni la televisión ni su presencia en todos esos maravillosos programas cambiarán lo más mínimo.

En el otro lado, una espectacular presentadora de deportes hace la competencia con sus besos a la vasca diabética del corazón , embutida de lentejuelas y oliendo a la laca que junto a la operación de su contrincante, han financiado todos los fieles telespectadores.

El icono del ojo que todo lo ve, pisa más fuerte que nunca, y augura lo que será el monopolio imperial de la caja tonta en este hermoso y más que nunca crítico new year.

Se clausuran estos trescientos y pico días que, como siempre, pasan volando, con el contrapunto de una noche de segunda mano, en la que, gracias a nuestra grandiosa economía, bajan las intoxicaciones etílicas y las agresiones denunciadas en comisaría.

Y distraídos, pero con un alto listón de cosas que hacer antes de que el año nuevo muera, nos embarcamos en una etapa llena de desconcierto y proyectos que como todos sabemos son más farsa que realidad, pero al menos son, luego existen.

Al menos, la ilusión y las ganas de ser mejores no pasan desapercibidas, y se valoran con creces el optimismo y las cosquillas en el estómago frente a lo desconocido.
Una nueva era en que tenemos la oportunidad de volver a cometer los mismos fallos que todos los anteriores y reírnos de hasta que punto llega nuestra simpática idiotez de errante humano.

Un abanico de oportunidades que ni en mil sueños americanos, una amalgama de buenas vibraciones y superstición que a nadie deja indiferente.
Una vez digerido todo el alcohol y la glucosa que nuestros cuerpos pueden soportar, nos alegramos de ser jóvenes (los que afortunadamente, lo somos) y de la rápida recomposición de nuestros casi vírgenes cuerpecitos. De pronto, se unen las piezas del lamentable ser en que te convertiste la noche trigésimo primera y pareces alguien más o menos decente y normal.

Qué fácil es vivir el nuevo año en la vieja Europa.
Donde, por primera vez, en vez de quejarse, la gente sueña, y en vez de sacar la envidia a relucir, cada uno se centra en cómo mejorar una parte de su frágil existencia en este bello lugar en que vivimos.

Además a diferencia del resto de festividades que se celebran, en ésta eres tú el único que elige con quién celebrarla. Eres libre hasta la comida del día siguiente, que curiosamente siempre está llena de zombies ojerosos que hace un par de minutos estaban bailando a la luz del día como si no existiera el mañana.
Tres hurras por ellos, digo, por nosotros.

Somos afortunados, e irradiamos una luz que nadie puede imitar, porque es solamente nuestra, porque no hay nadie que pueda robarnos esa parcela tan íntima y tan viva de la que estamos compuestos.

Cada loco con su tema, y cada cual con los recuerdos que elige quedarse, parece que somos capaces de olvidarnos del mal y de rencores que por primera vez, somos conscientes de que no nos llevan a ninguna parte.

La vida se rige de este modo, sigue, sin pensar en el que ya no está, porque tú sí que estás, presente en cuerpo y alma, ansioso por ver que suerte te espera en el nuevo ciclo de amaneceres borrachos de alegría y de nuevas miradas que se cierne ante tus ojos aún cansados y rojillos.

Y a la tercera va la vencida, y es ese tercer día en el que resucitas, y te sientas delante del espejo, y te reconoces, y te quieres como eres, aceptando tus limitaciones, pero pensando en todo lo que te queda por ofrecer al mundo y a las personas.

Es bonito sentirse así, perdonarse a uno mismo y al resto de corazón, y hacer un balance de lo bueno que te llevas de un agitado año de agridulces alegrías y desengaños para aprender.

Que en este nuevo tiempo seamos capaces al menos de no desviarnos de lo que de verdad importa.

A vuestra salud.
La de todas las personas que me han ofrecido lo mejor de ellos,y han sabido ver lo bueno que hay en mí.

Pero sobre todo a aquellos a quienes sin saberlo hoy, conoceré en este último año, que viviré como si efectivamente, en 2012 se acabase el universo.

Que el fin del mundo nos pille a todos bailando.

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