sábado, 11 de diciembre de 2010

No existe, son los padres.

Se oye el silencio en las calles gélidas de la ciudad. De cualquier ciudad.
Shh...
Sólo tú y el viento.

El suelo resbala, sientes cómo tu pie se desliza suavemente por el asfalto helado.
Esta vez no caes.
Sonríes para tus adentros, eres el único que lo hace en esta masa gris de urbe artificialmente viva.

No hay seres vivos no humanos en la ciudad,y los que se hacen llamar humanos no lo son en exceso.
Los árboles son fachada,la luz es sólo consumo, las palmeras parecen de plástico, las plazas han sido delimitadas con regla, como aquél continente que todos conocemos por campañas navideñas en que miserablemente ayudamos a gente que ya murió para nosotros hace tiempo para sentirnos bien.


Souvenirs que destrozan la esencia de los objetos y manchan su sentido,
puentes de absurdos colores con nombres aún más absurdos,
espumillones dorados del chino, navidades brillantemente chinas,
muñecos navideños que asustan a los niños. Muñecos del infierno.
Regalos de guerra, mientras niños juegan a diario en ella,
prendas que valen más que muchas almas, que valen la vida de animales que se equivocaron al nacer,
telas creadas por manos diminutas, manchadas.



Toneladas de comida innecesaria para millones de almas muertas,
millones de cuerpos muertos cuyas almas estaban vivas
pero no lo estaban sus estómagos.


Rostros efímeramente felices.
Como un destello de luz penoso y vago.

Como los cumplidos, las frases hechas, las cenas indigestas entre personas unidas por apellidos,
se avivan los rencores,se redescubren pandoras de la vergüenza.

Miras las tiendas luminosas y atrayentes, los bares atestados de cuerpos evadiendo sus débiles mentes, llenos de humo, vacíos de verdad.
Risas configuradas, bromas pesadas, cánones de belleza devastadores e irracionales,
la belleza que nos han vendido , que al final hacemos nuestra.
La imperfección una herejía, blancura dental y delgadez extrema, el cáliz de salvación.



Miras los rostros, en sus mentes intentas descifrar íntimos recodos y acertijos,
no encuentras nada, pero no es su culpa. Llevan engañados toda la vida en algo que prefieren no cuestionarse, al fin y al cabo, ya tienen bastante con la crisis y cada año van al Mediterráneo a tomar el sol.
Para qué pensar en otra opción.


Un mundo de opciones, de libertad coloreada, de sueños americanos, de monedas comunes, de modas comunes, de vidas exactamente iguales.
Que no se salga nadie, porque igual a los de arriba no les gusta demasiado
y de repente , las amables fronteras de hoy, un día se cierran para tí.
Cámaras, censura, chantaje, violación de la dignidad y de los derechos, de lo íntimo e intransferible. Violaciones psicológicas, maltratos físicos.

Dementes seniles en cuerpos adolescentes, cuerdos que gritan y son mirados, enfermos que callan y miran.

Extraños que viven juntos quince años cuerpo con cuerpo. Pero sólo eso.
Personas que se quieren como dicen las películas
que se dan besos en serie que han visto en las teleseries en que viven,
que han interiorizado de tal forma lo que ha de ser el amor que jamás podrán conocerlo.

Nadie siente la pérdida como antes,
como en aquellas terribles guerras donde se jugaban el mañana,
y querían con la intensidad del primer instante,
Y querían para siempre.

Personas que sentían que les había sido extraído un pedazo de sí mismos en la despedida.
Capaces de matar o morir, o desgarrarse las vestiduras, llegar a la locura, desfallecer por el otro.

Eso ya no existe en Occidente.

El amor se ha extinguido en Occidente.

Parece ser que hay un mundo a nuestro alcance,
millones de jóvenes atractivos que parecen haber sido hechos a tu medida,
peces en el mar de toda raza y condición,
almas gemelas a cada vuelta de la esquina,
clavos que sacan otros clavos porque se lo ha dicho un dicho.
Pereza, egoísmo y como resultado la desdicha más absoluta,
del inconformismo eterno, de oca a oca y tiro porque me toca.

Nadie será completamente feliz si se ha extinguido lo único que mantendría unida a la raza humana.
En esta era por la que pasamos, sin pena ni gloria, sin hacer ruido en el mañana, sin dejar nuestra huella en el Mundo,
ni en nadie.




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