domingo, 12 de diciembre de 2010

Y perderme en tus límites hasta desaparecer.

Se que pertenezco a este lugar.
La brisa que mece tristezas como una madre universal,
me ha arrastrado de nuevo a este punto donde el tiempo para.
Sus latidos de espuma atrapan mis sentidos
para salvarme.

Mis botas cuelgan del vacío del abismo,
y una media luna musulmana reina en cielo balanceándose con gracia.
Se escuchan los últimos pájaros, se esconden todas las voces.

Yo te conocí este mes también entre el día y la noche.
Pero llovía, y me tragué la lluvia con la risa. Era demasiado feliz.
Recuerdo la luz con que inundaste el mundo.

Ahora, el frío es seco y helado, y me atrapa, sorteando mis costillas hasta el desaliento.
Se que pertenezco a este lugar, y no a otro.
El vaivén de su grito profundo me lo ha dicho sin palabras.

Agárrame fuerte en esta hora de los espíritus,
no me sueltes hasta que deje de tener miedo.

La contaminación se posa en las montañas, eclipsándolas,
arrancándoles fuerza y presencia ,
asesinándolas entre vapores negros y carbónicos.

No estoy sola, pero me siento tan sola como puede el hombre.
Puede que jamás nos volvamos a encontrar.
Y no importa. Ya no importa casi nada.
El oleaje puro me sosiega, deteniendo el mundo en este instante,
ebrio de ecos sordos naturales y puros.

Qué es el hombre contra ésto, lleno de debilidades e impureza.
El mar, sin embargo, puede parecer tan frágil como desee,
y apoderarse de la fuerza de los dioses sin previo aviso.
Al revés que nosotros. Al revés que yo.

Se oye el grito de la negrura, de lo que todos creen muerto.
Ruge la tierra lentamente y, engañando a todos,
hace levitar a los que saben escucharle.
Si te detienes, el mundo cesará en un leve suspiro.

Ni lo humano, ni lo que se olvida, ni lo que infecta el aire tienen sentido ya.
Sólo los llantos de los niños y una música trágica aún suenan a lo lejos..

A solas, con el viento de la locura, inmensa, se puede sentir el llanto del universo.
La nostalgia del ayer, las imágenes se suceden en mi cabeza.

Nunca tuve en mi mente la playa donde viví.
Jamás fui sólo de una playa, sino de todas.
Sintiéndolas como mías, de diferente forma,
llorando, amando, respirando con fuerza, gritando..

Las noches fueron mediterráneas, de jazmín y madreselvas, dama de noche. Antorchas.
Sin embargo mi niñez fue atlántica, cantábrica, con olor a diente de león y flora salvaje.

Tuve miedo muchas veces.
Pero hoy he visto a la muerte. Ya no me asusta.
Soy invencible junto al mar.

La bruma atrapa las sombras de la tristeza y las convierte en algo poderoso,
terriblemente bello, pero efímero.
Cuento los minutos para fundirme en esta imagen dolorosa e irresistible.

Cómo me gustaría cerrar los ojos y desaparecer entre tus brazos oceánicos.
No puedes herirme ya, soy invencible.
Y me siento como una niña recién nacida, minúscula, que sólo quiere escaparse para dejar de luchar por nada.

Remolinos de histeria turquesa, ópalos clandestinos perdidos bajo la arena,falta de lágrimas y de antiguos pálpitos. Fiebre.

Y te echo tanto de menos que me duele el corazón en la garganta.




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