miércoles, 27 de febrero de 2013

Y ahora qué pretendes.

Nunca me llevaste a la nieve.
Nunca toqué hasta empaparme los guantes y el alma,
 esa capa de blanca espuma que todos conocían.
Nunca supe lo que era lanzarse al vacío resbalando,
o lo que era sentir el sol reflejado desde el suelo.
Nunca me envolvió esa blancura que duele al mirar ,
esa bruma condensada que recuerda al nacimiento,
ese oxígeno de luz y frió respirable.
Nunca hice un muñeco, ni supe como hacerlo.
Si era fácil o no manejar el blanco entre los dedos.

Quisiera ahora comerme el suelo,
que el frío apagase mis malos pensamientos,
la ausencia de recuerdos,
la rabia y el fuego en la infancia congelados.

Me encantaría llenar mi cara del cuajado agua,
dormir con la nieve como almohada.
Ser inerte, ser azul,
morir despacio contemplando la nieve.
Para volver al principio,
comprender en el deshielo el por qué de las cosas.

Dejar de preguntarme por qué te empeñas en dolerme,
por qué me siento a kilómetros de tus manos,
por qué pretendes
si cada día lo empeoras.

Explícamelo tú,
aún tenemos tiempo,
aunque tampoco demasiado.

Lo más preciado,
lo único que siempre quise,
lo único que nunca me diste,
segundos

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