martes, 3 de febrero de 2015

Inyección rítmica de tú.

El cielo, disparatadamente fucsia, me somete. Me pregunto la cantidad de luz, en kilogramos, o litros, o kilolitros de este color que es capaz de exprimir, disparando solamente en esa esquina, hasta que duela tanto, que no pueda mirarlo. Sol de invierno, anestesiado por el paso de los días, atraviésales a todos.

Pasos, música de corto alcance, 
de coordenada a coordenada
milimétricamente alterada
por el cambio de la luz.

Dónde estriba hoy la expansión de la locura,
la vida, pesca de arrastre
gregarismo cifrado y lineal,
educación embalsamada, 
sonrisas con toque de queda
y la agonizante represión de la emoción.

Si siempre hay dos tipos de gente
-según una clase de gente-
yo me considero de las gilipollas
que no pueden adaptarse 
a morir 
antes de haber resucitado.

Hay recuerdos que no quieres mirar
como también hay música 
que debería desaparecer
para que nosotros
pudiéramos seguir.

Me siento en una silla, 
frente al púrpura silencio
de esta sala abarrotada.

Cuchillos y estornudos
árboles amarrados con tiras de plástico
a rayas
la sensación de una metralla
que ensordece mi conciencia.
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Tu imagen tras de mí,
abrazando mis constantes
mientras llora la tarde
pulsión encadenada
que ilumina el rostro 
del único superviviente.

Me alcanzan por el cuello tus pestañas
que son soga,
mi cabeza empieza a levitar
se calienta como un globo
y una lágrima suicida
se derrama sobre ti.

Gravito sin mirarte
y mi rostro se deforma
criatura
o niña doblegada.

Desconectas mi cerebro con tus manos,
mis venas son la lava que recorre
todos los infiernos subterráneos.

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Abrazo lo orgánico
así se inhibe el dolor
gracias al tiempo
y quizá al amor
que algún día nos asalte.

En este trance de hipotermia
tú eres el único suero
del que pretendo alimentarme.

El ritmo de la tinta apresurada
el ritmo de los pasos en el cambio de estación
el ritmo de los cuerpos ciegos que maúllan
el ritmo de la pausa
y el ritmo de la risa
perpetuándose
hasta que por fin nos vaciamos.

Me lanzo hacia la noche
porque es eterna.
La paz que oferta
muerto el viejo día
es la del periódico de ayer
en medio de tu guerra
que es también la mía.











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