Hoy tengo la certeza de que si no escribo me volveré loca.
Desde que me he desperezado he tenido la piel de gallina,erizados los pelos, el cuerpo dispuesto a sentir, y a llorar.
A veces, cuando olvidamos en casa el traje de invulnerabilidad, las capas y capas de protección, de orgullo y de "por si acaso"... somo más felices.
Me siento plena cuando no me importa no ser lo que esperan de mí,
cuando por fin siento todo a bocajarro,
soy feliz cuando me pongo a llorar como una niña pequeña,
de felicidad, porque no puedo evitarlo, simplemente,
porque lo necesito y quiero que así sea.
Porque en el fondo somos todos humanos, mucho,
y somos iguales en muchos más aspectos de los que pensamos.
Nos iguala la muerte, nos iguala la enfermedad, la pérdida, la tristeza,
el alcohol, la alegría, la esperanza.
No me apetece demostrar nada a nadie que no sea lo que siento.
No tengo ninguna necesidad de hacer ver que soy invencible, ni de mentir,
no me importa que haya gente en el mundo con peores intenciones,
en realidad, me apena que la inseguridad les lleve a hacer cosas que no son.
Siempre me han querido o me han tenido manía.
Sin término medio, desde pequeña.
La gente no soporta que uno sea consciente de sus defectos, y sobre todo de sus virtudes.
Yo no lo entiendo, me gusta la gente segura, eso no quiere decir que me guste la gente pedante o que no crea que la humildad es necesaria.
Al final todos sufrimos, y todos buscamos cosas, y todos las perdemos, y todos nos sentimos vacíos, y nos llenamos del resto.
Nunca me he sentido más plena que cuando me he desprovisto de todos esos mecanismos de defensa que en realidad, sobran.
Hacerse la dura para que te respeten en el trabajo,
ponerse serio para que te tomen en cuenta como el adulto que ya eres,
hacer que no te importa que la persona por la que has empezado a sentir,
parezca no sentir,
disimular una falsa modestia cuando crees que algo te ha salido bien
porque la envidia, es, posiblemente, el más terrible de los pecados...y de los defectos más extendidos.
Nadie se libra de casi nada.
Todos hemos tenido malos sentimientos dentro, hemos criticado alguna vez,
hemos querido ser los mejores en algo, hemos hecho trampa, hemos hecho daño,
hemos pedido perdón, hemos dicho te quieros, hemos querido, sufrido, llorado a solas, reído en grupo.
Por eso no me avergüenzo de ser muy humana,
y no me importa decir que tengo el almario abierto,
y espero tanto al amor como al dolor,
sin barreras ni lineas divisorias que separen lo que siento de lo que la sociedad parece exigirme.
Volvamos a la pureza,
y a ser nosotros, sin tonterías, sinceros y siendo conscientes de nuestras limitaciones y nuestras cualidades, y exprimamoslas.
Es mucho más fácil hacer feliz a la gente de lo que pensamos.
Es mucho más sencillo serlo, también.
Sin complejos, llegaremos lejos, seguro.
lunes, 27 de junio de 2011
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