lunes, 21 de marzo de 2011

Aún en la ciudad maravilla

Noches en vela
luces que parpadean bajo burbujas del sonido.
Aullidos en forma decibélica,
mares de insomnio y de vigilia sin relojes,
ojipláticos transeúntes compañeros del alba.

Rumba catalana, palmas imposibles,
explosiones de latidos semejantes,
caricias en el centro de la noche,
verdes ojos azotando el aire virgen del principio,
los vientos del cansancio,
el éxtasis de las hormonas,
la vida que no espera, el ahora.

Amaneceres que sonríes,
sin saber por qué ni cómo,
quizás la plenitud de sentirse así de vivos,
quizás la certeza de ser dueños del ahora,
invencibles,poderosos en los sueños.

Juntar las manos en la danza transparente de la oscuridad más profunda.
Temerarios apuñalando a la suerte mientras duerme,
riéndose del sol,
abrazándose a la vida eterna.

Ventanales soleados, cuarto piso,
voces taciturnas recorriendo los espacios,
aires de verano penetrando en las narices,
luz dorada bañando los tejados,
ropa seca con olor a viento y agua.

Colores que se esconden transitando,
que musitan un susurro vibrante que acaricia,
La alegría llenando los pulmones,
borrachera de sueños confundidos,
etilismo de recuerdos inventados.

Cuerpos dormidos, mentes despiertas,
nuevas palabras, dulzura inusitada,
armónica juventud en nuestro regazo.

Los párpados se deslizan como persianas oxidadas,
los brazos se entrelazan como sutil enredadera,
la juventud es nuestra,
nuestra última certeza ante la confusión del tiempo y del hastío.

Huele a hoguera entre las tejas,
en la terraza las cervezas congeladas,
el humo verde adormece los sentidos lentamente..

La paz.

Y mientras todo esto sucede,
y mientras se encienden nuevas vidas
gestándose en la difusa luz de las once,
una existencia se apaga sin remedio.

Es la vida de un padre,
que se escapa,
llevándose parte de la de mi gran amiga.
Una mujer que no solloza porque ya no tiene fuerzas.
Y yo sólo pienso en abrazarle como s jamás lo hubiera hecho.

Entregándole todo lo que soy,
sin palabras,
cuidándole mientras sueña con otro mundo,
uno más justo,
en que las buenas personas
fueran inmortales.

1 comentario:

  1. Taciturnos entramos en la cuarta planta. Jacarandosos del humo salimos, vatracios volando, y el pequeño psicobloquer nos ilumino en sus pequeños recobecos.

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