domingo, 2 de enero de 2011

El año en que aprendimos lo bueno y lo mejor.

2011.

Matasuegras, abrazos a partir de las 00:00(no antes),champagne efervescentemente caro, agradables marcas de pintalabios de tu tía Encarnita en las mejillas, trajes brillantes y peinados que imitan los vestidos de la Cuore, sonrisas con jamón intercalado, religiosos villancicos que como buen ateo tienes interiorizados y te recuerdan a las navidades que fueron de verdad navidades..
Y parece que las bodas de Caná tocan su fin por fin.

Ruido, mucho ruido en las ventanas abiertas, bengalas de fuego disfraces y luciérnagas artificiales, tanto, como esta noche inventada por un Dios Baco inmortal, poseedor de todos los pecados capitales y semi alcohólico, al que pensar en el día de mañana le venía grande.

Resacas universales han adormecido lo que aún hoy son nuestros confusos sentidos.
Hoy ,todavía sombra de lo que fuimos el año pasado, algo así como deshechos humanos con la mirada perdida hasta que el lunes nos salve del naufragio.

Distraídos, espabilamos como la naturaleza en el más hermoso de los deshielos, y sentimos que la vida ha vuelto a comenzar, que es nuestra oportunidad para embriagarnos de la felicidad de las novelas.

Hoy, sin embargo,dejamos de ser osos que hibernan para enfrentarnos a un trimestral invierno que recién nace de entre la escarcha y el confetti de colores.
Y a los exámenes, que siempre hacen mucha ilusión a los universitarios.

Miles de objetivos y viejos propósitos a relucir marcan el calendario de los chinos, de los mayas, y cómo no, de los eurocéntricos atormentados por las crisis y los dos años más que deberán de trabajar antes de disfrutar del júbilo de la jubilación.

Hay cosas que nunca cambian, ni falta que hace.
La desintoxicación de excesos sinsentido, las llamadas comentando la jugada de la gran corta noche del antes y el después, que lejos de serlo, es lo mismo, pero con Jorge Javier Vázquez anunciándonos nuestra nueva vida, y sobre todo, cómo ni la televisión ni su presencia en todos esos maravillosos programas cambiarán lo más mínimo.

En el otro lado, una espectacular presentadora de deportes hace la competencia con sus besos a la vasca diabética del corazón , embutida de lentejuelas y oliendo a la laca que junto a la operación de su contrincante, han financiado todos los fieles telespectadores.

El icono del ojo que todo lo ve, pisa más fuerte que nunca, y augura lo que será el monopolio imperial de la caja tonta en este hermoso y más que nunca crítico new year.

Se clausuran estos trescientos y pico días que, como siempre, pasan volando, con el contrapunto de una noche de segunda mano, en la que, gracias a nuestra grandiosa economía, bajan las intoxicaciones etílicas y las agresiones denunciadas en comisaría.

Y distraídos, pero con un alto listón de cosas que hacer antes de que el año nuevo muera, nos embarcamos en una etapa llena de desconcierto y proyectos que como todos sabemos son más farsa que realidad, pero al menos son, luego existen.

Al menos, la ilusión y las ganas de ser mejores no pasan desapercibidas, y se valoran con creces el optimismo y las cosquillas en el estómago frente a lo desconocido.
Una nueva era en que tenemos la oportunidad de volver a cometer los mismos fallos que todos los anteriores y reírnos de hasta que punto llega nuestra simpática idiotez de errante humano.

Un abanico de oportunidades que ni en mil sueños americanos, una amalgama de buenas vibraciones y superstición que a nadie deja indiferente.
Una vez digerido todo el alcohol y la glucosa que nuestros cuerpos pueden soportar, nos alegramos de ser jóvenes (los que afortunadamente, lo somos) y de la rápida recomposición de nuestros casi vírgenes cuerpecitos. De pronto, se unen las piezas del lamentable ser en que te convertiste la noche trigésimo primera y pareces alguien más o menos decente y normal.

Qué fácil es vivir el nuevo año en la vieja Europa.
Donde, por primera vez, en vez de quejarse, la gente sueña, y en vez de sacar la envidia a relucir, cada uno se centra en cómo mejorar una parte de su frágil existencia en este bello lugar en que vivimos.

Además a diferencia del resto de festividades que se celebran, en ésta eres tú el único que elige con quién celebrarla. Eres libre hasta la comida del día siguiente, que curiosamente siempre está llena de zombies ojerosos que hace un par de minutos estaban bailando a la luz del día como si no existiera el mañana.
Tres hurras por ellos, digo, por nosotros.

Somos afortunados, e irradiamos una luz que nadie puede imitar, porque es solamente nuestra, porque no hay nadie que pueda robarnos esa parcela tan íntima y tan viva de la que estamos compuestos.

Cada loco con su tema, y cada cual con los recuerdos que elige quedarse, parece que somos capaces de olvidarnos del mal y de rencores que por primera vez, somos conscientes de que no nos llevan a ninguna parte.

La vida se rige de este modo, sigue, sin pensar en el que ya no está, porque tú sí que estás, presente en cuerpo y alma, ansioso por ver que suerte te espera en el nuevo ciclo de amaneceres borrachos de alegría y de nuevas miradas que se cierne ante tus ojos aún cansados y rojillos.

Y a la tercera va la vencida, y es ese tercer día en el que resucitas, y te sientas delante del espejo, y te reconoces, y te quieres como eres, aceptando tus limitaciones, pero pensando en todo lo que te queda por ofrecer al mundo y a las personas.

Es bonito sentirse así, perdonarse a uno mismo y al resto de corazón, y hacer un balance de lo bueno que te llevas de un agitado año de agridulces alegrías y desengaños para aprender.

Que en este nuevo tiempo seamos capaces al menos de no desviarnos de lo que de verdad importa.

A vuestra salud.
La de todas las personas que me han ofrecido lo mejor de ellos,y han sabido ver lo bueno que hay en mí.

Pero sobre todo a aquellos a quienes sin saberlo hoy, conoceré en este último año, que viviré como si efectivamente, en 2012 se acabase el universo.

Que el fin del mundo nos pille a todos bailando.

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