sábado, 15 de enero de 2011

Martina

Un sábado cualquiera, despertó sonámbula en la ciudad del séptimo sueño.

Hacía tiempo que estaba enemistada con ellos, desesperada, sin hallar tregua ni posible reconciliación.
Los lejanos e inalcanzables sueños se le escapaban por entre los dedos de la mano cada noche.

Los pensamientos de tormento vagaban por los mares de su conciencia,
se le anudaban asesinos a la mente, con fuerza, sin piedad,
y la pobre, con una ansiedad estremecedora, se levantaba exhausta,
atiborrada de pesadillas y de miedos que no sabía descifrar.

Pedía clemencia, rogaba a sus pensamientos que le dejaran libre,
que huyeran a otra mente para esclavizar otra conciencia,
o se convirtieran en nubes blancas y se evaporaran lentamente..

Sin embargo, parecía que ya nunca le dejarían marchar.

Se ahogaba entre sombras tenues y deformes,
cayéndose por agujeros tenebrosos y mal iluminados,
y a medida que iba descendiendo por los túneles resbaladizos,
risas de locura melodías infernales se agolpaban contra sus débiles tímpanos.

Esas horas eternas de intranquila oscuridad ya formaban parte de ella,
que parecía más un búho taciturno que un ser humano diurno y corriente.

Algunas veces,se desvelaba en mitad de la noche, iba a por un vaso de agua a la cocina entre la negrura, los pies fríos, los ojos ciegos, la boca seca.
Temblaba un poco, destemplada y frágil, tan frágil que parecía que su cuerpo se pudiera romper en mil pedazos en cualquier momento.

Una luz de luna se colaba dulcemente por las rendijas de la ventana oxidada de la pequeña cocina, y traspasaba el vaso transparente, abriendo los ojos de la muchacha poquito a poco,
como una madre, para hacerse notar, como diciéndole, no te pierdas como brillo esta noche, pequeña niña asustadiza, te sentará bien, me necesitas, como yo necesito ser observada..

Uno de esos pálidos casi amaneceres , la joven tomo una decisión.
Fue al cajón más peligroso del baño abuhardillado ,
y, agarrando con sumo cuidado el pomo de acero, tiró de él lentamente para que no chirriara,
(ya que no quería despertar a los soñadores)
y buscó lo que necesitaba..
Algo que apaciguara su sonámbulo malvivir.

Y lo consiguió, y se metió bajo sus frías sábanas blanquísimas y acurrucada en sí misma, protegida ,en un ovillo, abrazada a la oscuridad de su insomnio, a su incapacidad de soñar,
a lo terrible que todo eso significaba para alguien que vivía soñando,
pero sólo durante la luz del alba.

La ventana estaba abierta por arriba, y vientos del sur azotaban los estores acunándolos con una brisa especial..
Le pegaba el viento casi invisible en el rostro infantil,
moviéndole cabellos sueltos rubios como paja,
haciéndolos bailar en la medianoche.

Se le durmieron la lengua, los párpados, las pestañas, y la piel dejó de tiritar, los pelos de erizarse.
Llegó la calma seductora, adormilando sus poros y su vida, apagando la rabia y el desencanto, borrando de su cabeza todo mal, dolor y caos.
Imaginó mil paraísos en que seguro estaría pronto, inventó palabras, colores de una paleta extraordinaria, músicas sobrecogedoras, puertas invisibles...

Hizo en fin un mundo a su medida.
Y en ese casi sueño que tuvo después de tanto esperar, pudo ver sólo un rostro con nombre, impreciso, pero cierto, la cara más hermosa que podía recordar.

Pequitas rellenaban sus pómulos de recién cumplidos seis años, llevaba una coleta con una mariquita y los ojos más extraños y lindos que nadie puede imaginar.
Brillaba a metros de distancia.

Había ido de clienta al restaurante con sus padres esa noche.
Le preguntó a la camarera como se llamaba, después le siguió con la mirada durante toda la velada, con sus ojos inocentes que parecían tan adultos,
sonriéndole desde la distancia, haciéndole muecas y tonterías.

Le dijo "ven" y ella fue.

Le había hecho un dibujo de un corazón muy cursi que como ella dijo, debía recortar,
y detrás del mismo había escrito su nombre.
Hacía poquito que había aprendido a escribir.
Al marcharse le dio un beso y le dijo que volvería a verle muchas veces más.

A ella se le partió el corazón.
De todo lo que le había sucedido últimamente,
ella había sido la primera persona que hizo que algo dentro se le despertase,
a la que había sonreido con ganas,
por su ternura cándida y anaranjada ingenuidad,
su mirada de pureza absoluta ante el mundo desconocido.

Deespués de un día duro, rodeada de seres envenenados y hastío, amargor,
esa niña le eligió como su víctima y le dió lo más hermoso que podía ofrecer.

Hubo un momento, cuando se fue,
en que no pudo borrársele una auténtica sonrisa de la cara,
hasta tuvo ganas de llorar , estrecharla entre sus brazos,
y oler su piel limpia y suave de vainilla,
como contraste al olor del restaurante,
la cocina y la suciedad adulta,
y raptarla, y llevársela lejos a su país imaginario..

Era ella, ahora lo entendía todo, su salvación y su nueva fuerza.
Martina.
Qué nombre más bonito, le dijo.
Y era mentira, pero en ella quedaba así de bonito.

Algo tan sencillo para cualquiera le dio ganas de vivir con intensidad un día más.

Y pudo dormir, y soñar, por primera vez, desde tiempos inmemorables,
gracias a la pequeña llamita incandescente que le salvó de la pesadilla eterna.

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