lunes, 5 de enero de 2015



Si de algo han servido tantos autos sacramentales, Corpus Christis, dogmas, y monopolios estamentales coronados por ese amor al retroceso tan castizo, ese querer aferrarse a los estamentos medievales mientras ya el resto de Europa "iba por el postre", si tanto se ha evitado hablar del cuerpo, de la naturaleza del hombre y la mujer, que reprimido yacía sujeto siempre a las mismas cárceles de moralina cubierta de alcanfor, es sólo para que hoy, ahora, nos sirva  a nosotras tal estancamiento como aliciente, para cambiar la manera de ver el mundo que se ha mantenido históricamente y vivamos acorde con el mundo que hoy contemplamos siglos más tarde.

Las mujeres, bajo una marginalidad que se podía vislumbrar en toda obra literaria, relegadas siempre a una excéntrica misoginia, lejos, fuera de lo que tenía importancia, acusadas desde el primer momento en que sobresalían por encima de los varones, sometidas a un escarnio fuera de cualquier lógica, han luchado para que nosotras podamos demostrar nuestra capacidad, defendiendo nuestra feminidad sin estereotipos, sensibles pero no por ello menos fuertes psicológica e intelectualmente que cualquier hombre.

Sólo voy por el siglo diecisiete de nuestra literatura y le hierve a una la sangre cuando es consciente de todas las mujeres de este país y de tantos otros que han tenido que vivir en silencio, sin poder expresar sus emociones y sus pensamientos más profundos durante toda una vida, sin poder actuar en los teatros, escribir tan bien o mejor que un hombre ni participar en actividades de ocio de ninguna índole.

Me molesta que hoy en día se sigan perpetuando los puñeteros estereotipos de cómo tiene que ser una mujer "femenina",y las alusiones en general, tanto estéticas como de modus operandi, que podemos ver tanto en revistas que irónicamente hablan de la mujer actual, como en la publicidad y en general los medios de comunicación. Es una vergüenza, y me da muchísima pena que una mujer piense que tiene que ser como dictan este tipo de retrógrados para sentirse aceptada o más valiosa, así que mucho me temo que como sigamos aceptando en silencio que un grupo de imbéciles nos digan cuatro guarradas por la calle o nos tengamos que sentir mal si tenemos una opinión formada sobre las cosas a la hora de debatirlas con un hombre estamos jodidas.


Fin.



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