martes, 6 de mayo de 2014

Incertidumbre, rara esperanza de la nada.

Tengo ese torpe sentimiento
de saberte demasiado cerca
esta vez
demasiado poco tiempo.

Si me alimenta un roce de tus manos
voy  a caer tan bajo si lo pierdo
-dentro de apenas un segundo-
que tendrán que suturarme el corazón.

Todavía supuro algunas letras,
caen rodando por mis curvas, si me fijo,
se tuerce el mecanismo de choque, de seguir, y sin quererlo,
vuelve a encogerse mi sonrisa, crece hacia dentro la ternura.

Esfuérzate por sentir que te miro desde lejos,
que moriré cuando sienta que deberías ver cada cosa en que me fijo,
que necesitamos compartir todos los cielos,
que es tan corta nuestra línea,
que estamos tan cerca pese a todo.

La luna ha desbordado mis pupilas
y el cristal que te tapaba
ahora es tan sumamente transparente
que temo romperlo y escucharte cantando.

Partes, me desvelas, suplicándome que vuele,
que me olvide, que te espere sin saber,
que me calle, que te diga, que es eterno,
vives en silencio recaudando tanto dentro
que tengo miedo de que un día,
-olvídalo-

Hoy no es el momento,
como no lo es nunca,
me morderé la vida, como suelo,
me tragaré lo mucho que supone,
esta piedra rara compartida.

Bailaré cada vez que sienta que me llamas,
sufriré si siento que me extrañas,
guardaré silente, en ese sitio,
todas las mañanas que nos faltan.

Brilla, mientras puedas,
y piensa en lo mucho que te siento,
porque tus ojos,
sólo tus ojos,
me devolverán algún día la cordura.


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