miércoles, 4 de mayo de 2011

El origen

Con dos flores secas pegadas a mi cuaderno y un mare magnum de emociones anudadas a las entrañas
miro por la ventana con pesadez justo en ese instante en que el sol se apaga y deja rastros luminosos tras de sí.

De un tiempo a esta parte viví como tantas veces,
al margen de mí y lo que me consta ser,
ajena a una vida que me dejó de pertenecer sin poder evitarlo.

Hace apenas nada
me faltaron las caricias que acababa de perder por el camino
que rodaron, alejándose, por los abismos del cansancio, del pasado,
escasearon los besos y me faltaron las palabras a que aferrarme.
Brilló la ilusión por su ausencia,
acusándome a mi misma de la línea que había atravesado,
escapé por un agujero y escuché después de tanto,
y no emití ningún sonido, convirtiendo mi ruido en silencio,
queriendo olvidarme de todo.

Y me salvé.
Me salvé pidiendo socorro a otras frases e historietas,
para ignorar a la ilusión que se coló por los desagües de las ciudades que atravesé.


Trágicamente inerte y presa de la falta, me embarqué en otro viaje con mi hatillo gigantesco,
y atravesé el país con la esperanza del que la ha perdido.

Sin pena ni gloria comenzó ese camino , y llegué cansada al lugar en que una de las semanas más bellas que consigo recordar fue vivida.

Allí despertaron las playas boscosas que jamás hube soñado,
con el olor a espumas y eucaliptos penetrando en nuestros cuerpos,
vacías de todo lo prescindible, en calma, solitarias, llenas de todo lo inmaterial. Salvajes.

Playas que recorrerán mi memoria sin esfuerzo
en que respiré después de haberme ahogado.
En que cerré los ojos para recordarlo todo,
para recobrar la constancia de estar pisando ese lugar.
Para ser consciente de que era yo , después de todo,
la protagonista de la historia.

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