jueves, 12 de mayo de 2011

Lo que veo

A mediados de Septiembre comencé otra vida.

Y volví a cambiar con el tiempo,
pensando y queriendo más o menos lo mismo.
Todavía.

Primero de carrera estuvo marcado por la ilusión,
por la novedad que supone el comienzo de la etapa universitaria,
los nervios en la tripa,
las imágenes inventadas de lo que sería o de lo que querías que fuese,
los pasillos abarrotados, las aulas como las de una mala película americana,
los cafés al sol ,los exámenes, las noches ciegas compartidas.

Un ciclo que la gente recuerda con añoranza cuando crece,
que parece marcar bastante a todos una vez convertido en recuerdo.


De pronto, posees una nueva identidad,
y tienes una nueva oportunidad,
empiezas de cero,
y todo parece fresco y excitante.

Todo son estímulos en esta época,
nuevas caras, nuevas vidas, nuevas personalidades por descubrir.

Cada días es distinto si tú lo buscas,
la energía reverbera y se renueva,
y alargas los días
abarrotándose de información el subconsciente.

Demasiada música, demasiadas películas ,demasiados libros.
Siempre pienso que nunca tendré el tiempo suficiente como para procesar tanta información.
Es materialmente imposible.

Sí,volvemos sin querer al concepto del tiempo en Occidente,
ese preciado tesoro que se va para no volver..

Es entonces cuando recuerdo en Fez a esos chicos viendo pasar las horas mientras escuchaban música compartiendo los auriculares y bebiendo cantidades ingentes de té.
Y me dan envidia.

En cierto modo muchos de ellos parecían felices,
yo les veía reír, y charlar tranquilamente, observar a los turistas,
les veía compartir con su comunidad las tardes soleadas.

Ahora pienso en nosotros,
pienso en nuestra sociedad alocada del estrés y el minutero,
pienso en nuestros fríos saludos y en nuestras tantas despedidas,
en lo obsesionados que estamos con hacer miles de cosas para llenar nuestro tiempo,
para no tener que pensar y deprimirnos,
para huir de la soledad que tanto asusta ahora
a pesar de que nunca hemos estado más solos que ahora.

Los niños viven pegados a sus ordenadores y calentando pasta en el microondas comen solos mientras ven una serie en la que el humor es más corrosivo que el ácido,
y ajenas, sus madres estarán llendo al gimnasio o a Tai-Chí,
y es posible que se acuesten sin mediar palabra con ellos.

Es posible también que estos niños hayan comenzado su primera relación con una chica que conocieron por el messenger o un chat,
y que se sientan deprimidos con doce años o se droguen desde que hacen la primera comunión, nadie lo sabrá.

Puede que la vida de una niña se desmorone por unas fotos publicadas en tuenti,
esa misma niña que cada vez que sale de casa parece que tiene treinta años y un hijo en vez de diecisiete.

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