sábado, 9 de mayo de 2015

Volví.
Y la gente parecía enamorada.
Tenían coche, y parecían enamorados.
Y un seguro a no sé cuántos años con no sé qué tipo de interés.

Llevaban trajes que les quedaban enormes.
Y zapatos brillantísimos.
Y juro que solo de pensar en el piso donde trabajaban me entraban ganas de llorar.
Y qué vertigo.

Ellos me decían -qué valiente eres, viajando siempre sola.
Qué gracia, joder.

Yo solo pensaba en ese vértigo
en el olor a gasolina,
en la comida precalentada,
en el sueño de unas horas de libertad
apuntando los ojos a una esquina del cielo
desde un pequeño ventanal.

Y después en la huida.
La mía.
Yo, la valiente.
....

A lo largo de tramos inventados,
me deslizo
a ojos cerrados,
un poco más limpio el corazón
y me abrazo, con paciencia.

Crezco con los kilómetros
sintiendo los estados de la luz
y la música y los libros.

Esa es la única vida que conozco.

¿Qué coño se esconderá tras esa curva cerrada?

Brillante y eléctrica, digna de ser vivida,
nada más tiene sentido de momento.
.....

Y que poco me importaban sus horarios
sus grandes posesiones
y sus brillantes zapatos.

Pero como me jodía que parecieran enamorados.


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