sábado, 9 de mayo de 2015

Tenía que deshilacharte
desleerte
como si fueras
un ovillo de lana
como si nunca antes
te hubiera leído.

Len
ta
muy
len
ta
mente.

Y dejar de preguntarme
cómo pudiste
esconder la llave
tan profundo.

Una vez comprendida
la incomprensible manera
de estar en el mundo
más que para darte la mano,
te gritÉ
desde cada uno de mis recuerdos.

Quise entonces amarrarme
a tu forma de mirar
y capturar la pureza
de las cosas.

La de hojas que empapelaron
todos los deseos muertos,
cómo apretaba aquella soga,
cuando te plegabas en el sueño junto a mi.

Ahora ya no hay dios,
que sepa tratarme
taparme la boca
o las heridas
como tú.

Solo nos queda hoy
guardar el amor
almacenarlo
aunque tiritemos de nostalgia
cuando perdemos el control.

Y tirar la llave,
aunque a veces el tal vez
se te cuele en las mañanas
y se te enfríen las ganas de reír.

En realidad
seguimos vivos
y eso a veces,
debería parecernos suficiente.




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