martes, 22 de noviembre de 2011

Regasu.

Laberínticas callejuelas en que perderse,
fachadas de azulejos brillando al sol del invierno,
decadencia colorida, dejadez urbana y pobredumbre humana asomando tras cada esquina,
basura y el fado convertiendo al aire en un baile de nostalgias.
Vasto Tajo cortando la vieja ciudad envenenada y hermosa,el puente americano colorado al día,
luz en la oscuridad del alma devastada.
El barrio más alto que la luna fragmentada,
reinando altiva sobre el luso paisaje ,
la caída del sol en los tejados,
el olor a mar escuchando el romper de las olas al compás del jazz gitano,
las confidencias con mantas de colores.
Los olores,
las cuestas que un tranvía de madera, y de juguete,
repasa lentamente.
El calor de un hogar,la mezcolanza de lenguas,
especias, la bossanova y la madera,
los sueños y las buenas almas en busca del humanismo que requiere un mundo mejor.

Lorenzo rozando suave al mediodía en el mercado,
café con canela y pastel de Belén a las cinco,
templados los cuerpos con pasado común,
compenetración de dos viejos veteranos de guerra,
el calor de algo demasiado conocido,
que quema si pretendes volver.

Como el primer cigarro,
los primeros abrazos,
mejores que el sexo,
cuerpos que vuelven a encajar.

Un cuento que deseas volver a leer por primera vez,
la capital desborda postales con su belleza clásica,
insaciable y misteriosa,
soberana y perfecta,
sucia.
Mia en la memoria por los siglos.

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