martes, 16 de noviembre de 2010

No echéis la culpa al destino, cobardes.

Hace un par de semanas me desperté con una sensación rara.


No había tenido tiempo de darme cuenta, con el frenético paso de las semanas, de que estoy convirtíendome en una persona adulta.
Se que resulta evidente, pero hasta ahora no lo había notado de ese modo en mi propio cuerpo.
Me miré al espejo y ví mis rasgos más marcados ,mi mandíbula estaba más definida, dejando atrás a esos "papos" de niña, e incluso mis manos parecían las de otra persona.


Interiormente también me siento un poco diferente.Ya no soy presa de esa agitación insana que antes me arrastraba hacia un gran nerviosismo, falta de concentración y caos emocional de sentimientos extremos tan autodestructivo.


Es esencial sentirse bien en el cuerpo de uno para sonreir al resto.
Creo que fué cuando pensé en estos cambios, cuando por primera vez, me atrajo la idea de crecer.


Cuando era pequeña ver cómo pasaba de mi mundo reducido y brillante al mundo de los mayores me daba vértigo.
Recuerdo una vez que rompí a llorar del miedo que me daba empezar 1ºde Primaria y tener que ir al inmenso y desconocido patio de los "gigantes".
Los cambios no me gustaban nada.
Creo que este complejo Peter Pan, (o mejor dicho Hook, película que me sabía de memoria) se debe a una infancia mágica, a haber estado viviendo durante tantos años en un mundo paralelo creado por mi madre, lleno de brillantina, de mitología , de bosques y polvo mágico de mariposa.


En mi adolescencia, caótica y conflictiva, sin embargo, me encantaba parecer mucho mayor de lo que era. Soñaba con ser universitaria, leer en cafés ir a conciertos de cantautores al ritmo de guitarras españolas, con conocer a mucha gente excéntrica , viajar y ser una escritora o periodista como en las películas o las series que veía.


Ahora que es el momento, que está pasando delante de mis ojos la década clave para formarme profesionalmente.
Pero solamente la idea de "asentarme"- como ellos dicen-, buscar un trabajo digno ,y encontrar a un hombre al que aguante y viceversa (para formar una familia) me repele y tengo ganas de huir.


Si, es cierto, yo soy la cobarde. Cobarde porque aunque viaje sola a menudo, para mí lo valiente sería aguantar en esta ciudad y madurar y morir en ella, rodeada de recuerdos, de personas que influyen en tus decisiones, gente a la que no quieres defraudar, que desgraciadamente(en este caso) te quieren demasiado y te dan muchos quebraderos de cabeza por preocuparse tanto por tí.


La cuestión llega al darte cuenta de que no vas a poder responderles como pretenden. Mejor dicho, que no quieres hacerlo.
No tengo altas expectativas económicas, ni pretendo tener un trabajo convencional lleno de horarios y de limitaciones.
Me llaman soñadora continuamente. Pero que me queda si con ésta edad hablo de la hipoteca?


Ser adulta para mí no es irse a vivir con un hombre a un piso decorado en Ikea y cenar con él los sábados por la noche en un italiano del centro. No es tener treinta años y quedar para tomar un café con tus amigas y hablar de modelitos, de pisos, de niños y de trabajos mal remunerados, de la gente que tenemos en común, de lo poco que realmente tenemos en común.
Un viaje o dos al año, conversaciones que giran en torno al dinero y a la manera de conseguir siempre más y más y más....


Veo esa vida y me entra descomposición.


Si esa es la única opción prefiero el exilio. Sólo puedo esperar a tener una vida más horripilante que esa, y es si no consigo realizar mi sueño de escribir. Aunque tenga otro trabajo, pero lo haga por gusto, porque me encanta, con alguien leyendome al otro lado.
Ojalá siempre tenga estas ganas locas de escribir.


Ahora, aunque me gusta, tengo pánico a ser adulta por la importancia que doy al tiempo, porque siempre quiero exprimirlo al máximo, hacer milagros con él, engañarle como puedo y decirle que conmigo su ritmo no tiene sentido.
Si ahora no veo mi vida como una sucesión de grandes momentos, de planes, de gente, de luces, de vida...cuando?
Es un gran momento en mi vida, aunque espero que le sucedan otros muchos que me hagan vibrar y luchar.Que siempre me defina la palabra soñadora.


Es un día lluvioso y son las ocho y entre el sueño y la vigilia he sentido que debía escribir algo.
Parece que palabras como perdón y gracias siempre nos cuestan un poco más.


Gracias, ahora sí, a las personas que me insuflan energía, risa y ganas de comerme el Mundo.




No hay comentarios:

Publicar un comentario

Datos personales

Mi foto
Una vida no cabe en 1200 caracteres.

Trying to.