domingo, 21 de noviembre de 2010

Hoy, la nostalgia, mañana Dios dirá.

Hace una mañana de mil demonios en la villa de Bilbao.
El cielo está cargado de cegadora luz y las nubes rocían de lluvia ácida la ciudad a intervalos inesperados.
Inexplicablemente me siento tan triste como el cielo.
Después de haberme reprimido, haber vivido rápido, acompañada por el éxtasis de una buena época, con prisa, sin pausa ni reflexión, siento un vacío dentro de mi cuerpo que no se como interpretar. Alguien me dijo hace poco que esto me sucedería.
Supongo que se deba a que he vivido sin ser yo una temporada. Cegada ante los sentimientos que se cocían en mi alma, ignorándolos, como si no formaran parte de mi estupenda y activa existencia. Riéndome de la tristeza y retando a mis fantasmas.
Pero hoy algo se ha roto en el aire,
como cuando tienes una relación y notas que ya no es lo mismo, como cuando un amigo te decepciona y aunque le perdones, sientes que ha estropeado algo importante, que nunca te darás de la misma manera a ese alguien, más que por venganza, por miedo y porque sencillamente, vamos marcamos unos límites, ocultando los sentimientos en un viejo desván y exaltando la importancia de otros valores como el respeto o la confianza.
A veces tendemos a dramatizar sobre una situación porque depositamos toda nuestra energía por esa causa, nuestras emociones, en ese pequeño cajón del momento.
Después nos damos cuenta de que nada es para tanto (o al menos casi nunca suele serlo), aprendemos poco a poco a relativizar el sufrimiento y a templarlo, como cuando vas soplando el café que anhelas para reconfortarte del frío, sabiendo que aún no puedes acercarte porque es demasiado pronto..
Por eso, aunque sea demasiado pronto para olvidar o perdonar, y para acercarnos a ese café de relativismo emocional, amanece un día en el que desdramatizar no se te hace tan difícil como el día anterior y el anterior...
Resulta más sencillo, y no odias, y la rabia se ha ido meciendo con canciones que no volverás a escuchar.
Asi todo, la sensación me recuerda a cuando eras pequeño y no te gustaban las lentejas, y como te obligaban a tomártelas, lo hacías rápido, casi tapándote la nariz para no saborearlas, para acabar con ese castigo culinario y pasar a otra cosa.
Así me siento en este día del penúltimo mes, que mezcla en mí la angustia y el cosquilleo de la incipiente juventud, cargada de libertad y de luz.
Que a veces me incita a hacer para no pensar, y me sumerge a ratos en un profundo estado de "y si..s" de dejadez ,de incomprensión ante la injusticia.
Ojalá Juan Luis Guerra reviviera a este día oscuro y nostálgico con su colorida bicicleta.
Ojalá el paso del tiempo me de la razón, o me la quite con una buena sorpresa.
Ojalá que el deseo se vaya tras de tí,
a tu viejo gobierno de difuntos y flores..

1 comentario:

  1. Se puede huir de muchas cosas,(de casi todas diría yo) menos de una: de ti mismo.
    A veces hay que ser pacientes y darnos un poco de tiempo,para todo. y como tú dices, ese café caliente dentro de poco estará templado para tomar...o el caliente ya no nos abrasará de igual manera.

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