martes, 2 de diciembre de 2014

Inhabitada

Ahí está el mundo.

Monstruo carnívoro,
cuya luz desordenada
no nos dejará
de atormentar.

En él
todas las preguntas se disparan
y la falta de palabras
nos impide contestar.

-Súbitamente,
escozor del alma y las entrañas
turbia la mirada
se atraganta en el encuentro
retenida en el vacío-

Por eso,
nosotros frenamos la alegría
porque hemos muerto demasiado
y sutilmente heridos
aún nos sentimos profanados.

Una alteración cósmica
se nos revela
cada vez
que luchamos por sentir.

Pivotamos del chispazo a la ceniza
marionetas
a pilas funcionando.

Y yo ya no se,
si es que no lo merecemos
-moribundos del abrazo-
o el vislumbrar de nuevo el abandono
es hoy frontera del suicidio emocional.

Compartimos besos como el pan
básicos e introductorios
sucedáneos efervescentes
del rápido ser
tratando de esta forma
de sentirnos habitados
por el otro.

Noches, minutos o miradas.

Versa sobre esto el desaliento
quizá más hondo
en las tardes menos cómplices
donde pierdes la cabeza
un pendiente
o el sentido de la vida.

Porque esta lejos tu casa
y tu mente habita allí.

Alucinaciones
a veces creo que es esa
la base del transcurso
el no saber y adelantarse
volver atrás,
o recular sin miedo
hacia el ahora.

Somos suero
que inyectamos a los otros
con las manos, la emoción
y la palabra.

Separados,
en verdad, por demasiado,
cada ser,
infinitamente lejos.

Golpes de sangre
los orgasmos que sentimos
una vez nos encontramos
tras los años
en Siberia
atrapados
tú y yo.

Sosteniendo
en fa mayor
esas manos temblorosas
del principio de la noche.

Rásgame
aunque sea la piel
y no me duela
hazme sangrar.

Haz que me detenga
tu obcecado sexo
y que se paren
el reloj y las alarmas
en medio del naufragio.

Y enciéndeme
aunque sea con tu sombra
y que pierda la consciencia
del dolor que siento
cuando existo
inhabitada.








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