sábado, 18 de octubre de 2014

Gaztelugatxe

Soy un caballo desbocado
bajo el yugo incierto de la noche.
Bebo del cielo sus colores
empapando mi alma con sus matices.

-Mojándola hasta que chorrea pigmentos de dolor-

La luna está creciendo, afilada, se me ofrece como fuente de venganza: la rechazo.
Que venga mi fuerza del sol.
De las montañas doradas al atadecer, de la playa extensa, verdeoscura del norte,
de las olas cuya  fuerza clara y eterna nos subyuga.

-Mientras, la marea va subiendo, y no tenemos escapatoria para abrazarnos-

Una isla, sigo siendo un espacio que tan sólo yo conozco.
Un espacio de repetición y de pequeños movimientos,
una tierra de nostalgia y brotes discontinuos de emoción.
-Sí, puede que sea sólo eso-

Una roca sin erosionar atravesada por gaviotas,
alimentada por el Cantábrico,
trescientos sesenta grados de luces besando la marejada.

Y la galerna, eso también soy.
Porque mi amor está dentro del viento que azuza los pinos al mediodía, llueva o no.
-Se han coordinado las mareas con mi naturaleza-

Sólo puedo amar este instante
nada existe antes, nada existirá después.

No puedo amar sino a mi isla,
con su flora y su fauna,
con sus desperfectos y belleza,
con sus vaivenes y su solidez.

Frente al inexorable paso del tiempo,
tenaz ante el cambiante mar,
asida a mi propia soledad como quién se aferra a su sombra.



















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