jueves, 2 de octubre de 2014

Los espacios parecen triplicarse con el paso de los días.

Me miráis, pequeños seres atigrados, cuyos ojos, canicas como pozos, me cuestionan el porqué de tanto suspiro indefinido.
Porque se estira a lo largo del pasillo, se concentra en la cocina, junto al humo del té especiado, y canta el aire, con el Ram de ese chakra que jamás desbloqueé.
No recuerdo haber vivido jamás con tantos fantasmas bajo esta custodia sin compartir.

Es ahora cuando recuerdo que siempre fue más difícil olvidar que recordar.

Agua estanca, imágenes liberadas en el reflejo soleado de un pinar por el cuál parece haber pasado una guerra.
Susurros callejeros, miradas desenfocadas, caricias suspendidas, entre esquinas que ya no recordaba.
A veces enfrentarse a tanto silencio es peor que todo el ruido del mundo.

Sigue abriéndose la flor, y bajo tanto ego -capas infinitas autoimpuestas- la energía es liberada, suavemente, y se escurre, apenas perceptible, para dejar paso a un "yo" al que esperaba desde antes de nacer.

Dice :
-Quiero ser tan libre que me atraviese la violencia sin dolerme.
-Quiero ser tan fuerte, que mi voz no necesite alzarse para deciros lo que siento.

No hemos sido creados para querer, no.

Es el último renglón, ese amor indefinido y altruista hacia el mundo hostil, doliente y eternamente ajeno en que nos encontramos, lo único que nos ayudará a saber quién es esa que está frente al espejo.

Por eso, dejadme sola levantarme, y cuando queráis de veras encontrarme, os esperaré en la cuarta esfera, frente al ventanal, con los ojos amarillos por la luz, dispuesta a la eternidad compartida que aquél día no pude asimilar.

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