No sé por qué razón los seres humanos tendemos a asociar la posesión de una arraigada conciencia a la bondad o al hecho de creernos mejores personas por tenerla en mayor medida que nuestros semejantes.
Lo cierto es que pocos en la vida son capaces de inspirarnos el sentimiento de una gran derrota dentro hasta tal punto de sentirnos heridos físicamente, enfermos, por haber errado, haciendo sentirse mal a alguien que nos importa,
aunque nos creyéramos en posesión de la verdad, una vez más.
Al igual que el resto, como ser imperfecto y orgulloso, me cuesta horrores reconocer ciertas cosas, y aún más complejo me resulta retractarme de frases o de acciones que aunque crea justificadas, dañen profundamente a alguien con quien he compartido cosas sagradas.
Nadie merece ser destripado con la dolorosa verdad de sus carencias.
Conciencia es que algo te aplasta muy dentro,
con una pesadez ininterrumpida y agónica el pecho cuando sientes que se sufre por tú culpa merecidamente o no.
Al escoger las destructivas palabras clave,
y mezclarlas con el dolor que albergamos,
cuando conocemos a alquien y le herimos sin esfuerzo,
con esa frase fácil y temida cuya certeza no cuestionas,
algo de tí muere un poco,
y con la vulnerabilidad viene el rencor, y la rabia,
y te miras al espejo como la pálida representación de tí mismo en que te has convertido,
ese ser que se siente debilitado después de poderoso
esa persona que te juraste no volverías a ser, en la que odias reconocerte.
En el momento en que te entregas,
confias más de la mitad de lo que eres en el otro,
y te arriesgas a que con el tiempo,
el paso de los días, y los momentos compartidos,
se posea demasiada información que preferimos jamás sea utilizada en nuestra contra,
o que alguien sea el dueño de ciertas claves que descalabren tu integridad
esa seguridad en virtudes que crees tener y te repites que eres para poder luchar con fiereza día a día en este mundo tan absurdo en el que sobrevivimos.
No soy de esas personas que se sienten fuertes cuando hacen daño,
tampoco me siento mejor persona por ello,
pienso que cuando se somete al otro a la mayor de las humillaciones,
algo violento y deprimente te recorre,
porque nadie ha de tener la potestad de denigrar al otro
nada lo justifica aunque nos creamos con derecho de utilizar la artillería pesada para herir a nuestro antojo.
Somos ciertamente masoquistas,
y a pesar del daño, y de los años,
quien bien te quiere, te hará llorar.
Nunca he sido muy amiga de los dichos,
pero seguramente se dicen por algo.
Y si tras la tormenta,
eres capaz de reconocer pese a todo,
que recordarás lo bonito,
y que la otra persona te perdonará,
en cualquier parte del vasto mundo,
ya tienes parte del camino trazado,
y egoístamente,
deja de dolerte el pecho.
miércoles, 3 de agosto de 2011
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