martes, 27 de diciembre de 2011

Zaila.

Vivimos cosas que tienen un valor en el tiempo reflejadas.
Los objetos nos prometen que todo fue verdad.

Pero lejos de significar algo,
la realidad es sólo el resto.

Cuando las hojas y las fotos se diluyen,
cuando se pierden entre el polvo y los cajones,
en ese instante en que te sientes libre,
en ese instante en que te estás mintiendo,
recuerdas.

Porque todo es mentira menos la muerte y los sentimientos.

La única verdad es verle sin los ojos, poder sentirle ciega.

No soportar que haya cuerpos, e incluso aire, que te impidan abrazarle.

Es la torpeza con la que palpas los objetos inertes,
y tú, lleno de una vida que echabas en falta,
recoges cada olor para que nunca deje de mezclarse con el tuyo.

La única verdad es que no hace frío y tú eres un escalofrío humano y doloroso,
en el momento en que piensas que te vas a encontrar con sus ojos tristes después de tanto.

No de tanto tiempo, ya que siempre pensaste que lo importante pasa mientras mides el tiempo, esos ratos en que pareces funcionar en el mundo y no planeas para ser feliz.
Porque estás planeando sobre el cielo.

Es la calidad, y no la cantidad de los sucesos.

El intentar olvidarlos todo y poder recordarlo todo así de bien,
de forma ordenada e imperecedera, vibrante,
te ayudan a tener fe en la debilidad de la voluntad,
en la de la mente humana,
y eso te reconforta.

Después de todo,
eso significaría que el resto lo recuerda todo,
aunque le pese.

Espacio y silencio nos separan,
agua con sabor a cloro,
la sensación de querer tocar algo intangible.

Por qué me sonries así si ya no me quieres?
Nadie sonrie así sin querer.

Lo sé yo,
y los que te acaban de ver, también.

Testigos de algo que desconocen, por ser demasiado grande,
por ser demasiado confuso para cualquiera
y tan excesivo para nosotros.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Datos personales

Mi foto
Una vida no cabe en 1200 caracteres.