No era mi intención acercarme tanto.
Pero la vida no entiende de cautelas, ni de espacios,
no entiende de tiempos ni de momentos,
y te hace traspasar líneas ya olvidadas,
que por cualquier circunstancia,
no tenías pensado atravesar.
Siempre estuviste ahí, detrás, sin ruido, pero presente,
iluminando los jueves tras el éxtasis del teatro,
acompañándome con la sonrisa por las calles que conocemos desde siempre,
en las que hemos vivido por separado más de veinte años,
en las que nos hemos visto sin vernos, tan cerca y tan lejos,
como hasta hace apenas este tiempo que ya nos pertenece.
Te quedaste conmigo.
Entendiste lo pequeño y mi distraida mente de palabras.
Y la magia.
Conseguiste, como te he visto hacer tantas otras veces,
que me sintiera mejor de lo que soy,
que creyese que todo lo que hacía era bueno e importante,
que somos necesarios y brillantes,
que merecía la pena dejar a la amante soledad por el tiempo compartido.
Nunca pensé demasiado,
latías como un foco de calor por detrás de mis días de conflictos y de horarios,
pequeño sol humano que la naturaleza había creado para aliviar los días tristes.
Entre clases, cervezas y cigarros compartidos,
entre líos, confusiones, entre líneas, entre tanto,
parecimos encontrarnos.
No fué importante la fecha, aunque hubieras nacido ese día,
aunque algo hubiera nacido hacía ya tiempo,
y nuestros ojos estuvieran cegados por la prisa.
Tuvimos tantos estímulos alrededor,
que nos olvidamos de nosotros,
de dejarse llevar,
de que no hay nada peor para encontrar algo que buscarlo.
Posiblemente no fuera yo tu tipo,
y tú el mío sí, o que tampoco,
pero lo cierto es que fué bonito desde siempre,
y tan poco retorcido que el mundo parecía estar ahí creado para nosotros.
Y de repente,
nos invadió algo nuevo y cristalino,
como los cuerpos desnudos en el centro de las olas,
respirando, atrapando los destellos del último rayo de Lorenzo.
Hicimos fotos con los ojos,
y bailamos, ligeros, riéndonos de todo,
torpes,
sin orgullos ni prejuicios,
encendiendo con los besos lentos las mejillas,
simplificando la vida y lo que importa,
que no es nada más que la buena compañía,
que eres tú, ciertamente, hasta el último milímetro.
Te solía ver, a lo lejos, sonriéndole hasta al aire,
tu creías que yo sonreía desde siempre,
pero no,
me contagiabas tú desde cualquier rincón del universo
con esos imperecederos holluelos gigantescos.
Porque contigo no echo de menos las palabras,
porque nunca han hecho falta,
brindo por todo esto,
y sólo espero,
que no leas ni una sola línea
para que sobre mi eterna verborrea.
Si nos tenemos,
compartiéndolo todo,
bajo la inmensa pero aún creciente,
hermosa Catalina,
que más podemos pedirle a la vida?
martes, 5 de julio de 2011
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