El sopor callejero de un jueves extraño.
La ciudad se ha vuelto loca.
la ciudad tiene fiebre.
Un huracán de viento pesado y doloroso ha cometido allanamiento de morada.
Ese viento azota y apresa a las figuras,
las hace blandas e inseguras,
les absorbe la fuerza,
les evapora la sangre, consume su energía.
Asesina en los seres la frescura, la rapidez de pensamiento,
y emborrona sus mentes como acuarela,
sumiéndoles en un letargo dulce y venenoso.
Distrayendo sus conciencias. Aún más si cabe.
Ese calor dobla las hojas,
marea a la flora y a "civilizada" fauna,
hace que el mundo se derrita,
adormece, sumerge,
ese calor que funde los suelos,
y los sueños,
ese calor del delirio.
El infierno en los asfaltos,
meciendo con pétrea pesadez el viento,
abrasando los geranios,
tiñendo las pestañas de pelos blanquecinos.
Los destellos repasan tu rostro,
te hacen cosquillas, te acarician
te gusta.
Te cuecen al baño María,
para el gran banquete de los dioses,
quieren comerte los ángeles.
Luz cancerígena de la incomodez y el desconcierto,
pantalones de hilo pegados a los muslos,
frentes empapadas, rozaduras en zapatos,
el sudor se enfría con el aire del sector servicios.
Los portales albergan el aire frío de los inviernos,
y como en cuevas permanezco a salvo en ellos.
Sientes la corriente en movimiento,
fluyendo hacia los altos techos de antiguos edificios.
Huele a viejo mármol congelado.
Aprieto mi frente contra las barandillas de hierro forjado.
Por la cristaler penetran agresivos haces luminosos.
Y me escondo en un cuarto con las luces apagadas,
las persianas casi hasta abajo,
en mi guarida doy la espalda al maléfico sol.
-Ya no eres bueno, le digo , - Hace mucho tiempo que dejaste de serlo.
El aire envuelve mis pies descalzos
para poder pisar la arena, la hierba, la tierra,
la moqueta
la madera
tu cuerpo.
Jóvenes y mayores se reúnen sin saberlo,
y pueblan cada metro cuadrado del escaso espacio verde,
se desnudan, se ríen, se refrescan,
se quejan, se tocan, se quitan el sudor.
Beben cosas frías y comen helados para tener más sed después.
Algunos comen en tuppers pasta y arroz.
Sus cuerpos blancos manifiestan cómo nosotros no estamos acostumbrados a esto.
Tan sólo es Abril
y ya se ve la carne vieja, la carne joven,
rojiza después de blanca,
rojiza después de asada,
víctima de la saturación de los pigmentos,
del infierno del global calentamiento.
Todos son felices.
Yo no.
miércoles, 6 de abril de 2011
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