miércoles, 16 de enero de 2013

Aquella noche lloré por la muerte.
Lloré por todas las muertes silenciadas,
lloré porque soy una imbécil más pensando en la muerte,
incapaz de ser feliz más de una hora,
incapaz de admitir que soy mortal.

Me pregunté si mis padres me conocen,
si ellos conocieron a los suyos,
si es así de absurda la vida siempre.
Me pregunté por qué , por qué nacemos,
si vivimos y no nos enteramos,
y sufriendo la muerte y la nostalgia,
desaparecemos.

Yo debí morir en la infancia,
debí quedármelo todo, todo dentro
toda la magia, toda la vida,
y evaporarme, sin pena, ni gloria,
en paz evaporarme.

Debió pararse mi corazón aún muy pequeño,
cuando todos éramos felices.
Cuando todo era verdad para mis ojos,
cuando la gente que querías vivía
y les querías sin pensarlo,
cuando podías creer en las personas.

Lo mucho que has mentido,
el daño generado,
la muerte, fruto de la angustia,
como las lágrimas,
profunda, lenta, siempre cerca.

Perdón por no haber llorado antes,
hoy me has atravesado las pestañas.
He pensado en tu madre,
en la mia,
y he querido acompañarte.

Desde lo inerte, les he creído, sí,
cuando dicen que después, no hay nada,
nada,
nunca más.

No, después tampoco.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Datos personales

Mi foto
Una vida no cabe en 1200 caracteres.

Trying to.