Parecía que faltaba más. Parecía de hecho que nos habíamos
conocido hace nada, aunque tu rutina sin el resto ya no será lo mismo. Todos
diferentes y llenos de vida, con ganas de reír, de llorar, de discutir, de
superarse y de que llegue la hora. La hora ha llegado. La víspera soñando con
el diálogo, que es recitado por ti
mientras cocinas, tus amigos te toman la lección, sin importar que en la
calle te estén mirando. Más te mirarán después. Las risas nerviosas y el sudor
frío no tarda en llegar, como ese nudo estomacal parecido al del enamoramiento
pero que es hoy común, una sensación compartida entre una comunidad, que hemos
creado nosotros. Las telas brillantes, el calor de los focos derritiendo el
maquillaje, las miradas cómplices, el olor a polvo, que lleva acumulándose
desde hace más de veinte años, tras pasar por este escenario tantos otros
grupos, tan llenos también de lo mismo que hoy sentimos. La música empieza, y
con ella, Jacinto Benavente, que comienza esta obra con la frase de “He aquí el
tinglado de la antigua farsa.” Mientras yo siento que todo esto es real,
convirtiéndose la vida en farsa cuando el telón se abra.
miércoles, 16 de mayo de 2012
martes, 1 de mayo de 2012
Brújula
Sin darnos cuenta,
ha pasado el tiempo entre tu cuerpo y el mio.
Marca el reloj el ciclo del abrazo,
la historia en las pupilas.
Somos ahora el primer teléfono,
la voz contra el insomnio,
la expresión última de la fe.
Lo que sin buscar necesitaba,
el fin de la lucha contra mí,
la linea continua tras la espiral.
La llave del llanto y del aliento,
el hogar en una ciudad desconocida.
El silencio que no perturba,
la cura del miedo con tus manos,
la lección contra el egoísmo.
Porque somos invencibles,
mientras sigas iluminando las estaciones,
y hasta que callen los relojes
te seguiré
ha pasado el tiempo entre tu cuerpo y el mio.
Marca el reloj el ciclo del abrazo,
la historia en las pupilas.
Somos ahora el primer teléfono,
la voz contra el insomnio,
la expresión última de la fe.
Lo que sin buscar necesitaba,
el fin de la lucha contra mí,
la linea continua tras la espiral.
La llave del llanto y del aliento,
el hogar en una ciudad desconocida.
El silencio que no perturba,
la cura del miedo con tus manos,
la lección contra el egoísmo.
Porque somos invencibles,
mientras sigas iluminando las estaciones,
y hasta que callen los relojes
te seguiré
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