viernes, 26 de agosto de 2011

oceánicos

Sólo el cenicero me arropa en esta noche fría y áspera.
Me aferra mediante un hilo frágil a tientas a la vida,
sofocando cualquier intento cruzado, sostenido
de volar.

Porque morimos un poco al sentir en exceso,
dulcemente,
padeciendo el síndrome satánico del último aliento
de desesperanza ante la posible pérdida.

Intenta encontrarme si crees que aún merece la pena estar vivo.

Miénteme siempre pero háblame bajito, y en el abrazo último, sonríeme
porque el mundo es de los que ríen,
o eso es lo que siempre quisimos creer.

Hazlo para que nos sintamos otra vez embriagados por la música y el humo
observados por unos ojos que saben lo que miran,
alargados,
que sienten la belleza corrosiva de la noche
la nostalgia,
y la danza de los cuerpos empapados.

Piensa que no habrá mañana para nosotros
sólamente sombras tenues
translúcidas,
desgarradoramente ciertas.

martes, 23 de agosto de 2011

Anestesiada

Semana grande.
Del exceso y de los absurdos reencuentros,
unos que nos hacen cerciorarnos de que hay amistades eternas,
de que hemos forjado grandes lazos con personas difícilmente quebrantables,
y otros que sin embargo,te hacen de alguna forma despertar, y momentaneamente desesperar.

De tal forma que entre la decepción y el desencanto
y mediante una comunicación no verbal que prevalece sobre las frases hechas,
te hacen aterrizar a la fuerza en un mundo donde nada es permanente,
ni ha de serlo, aunque nos cueste aceptarlo muchas veces.

Con un abrazo sé el triple de información que con las manidas preguntas de una noche ebria,
de hecho, no necesito ni la mitad de verborrea que empleamos para saber en qué punto estoy con una persona.
Termina el verano, un verano que ha sido a su manera otro camino de aprendizaje,
poblado de buenas y mágicas noches, de intensas conversaciones, de bailes y de viajes,y que, en mi caso, como cada verano, me ha conducido al precipicio en muchas ocasiones, ha hecho tambalear mi escasa cordura en las horas muertas,
en los días solitarios.

Dentro de lo que vivo, ese caos organizado que solamente yo comprendo,
hay horarios y hay actividades que me estructuran la cabeza y que me agotan de tal forma que rara vez puedo reflexionar como quisiera,
o como odiaría hacer, para no atormentarme por el recuerdo o por la carencia.

Cuando son fiestas,
el día y la noche cambian sus roles,
y dormimos cuando hemos de vivir,
y vivimos ebrios, en un mundo imaginario, en el que libres,
recordamos lo que queremos, pensamos lo que queremos pensar.

La imaginación tiene un papel protagonista, y entre alcohol y músicas absurdas nos relacionamos con el entorno queriendo gustar, caer bien, y disfrutar,
exprimiendo las horas, destruyendo nuestro cuerpo, y queriendo hacer a nuestra mente levitar, y viajar lejos, muy lejos de donde estamos.

Puede que sean mis últimas fiestas en esta ciudad que me lo ha dado casi todo,
y también me lo ha quitado todo,
ayudada por mi masoquismo y eterno inconformismo,
fruto de la búsqueda de mí y del amor perenne,
con el miedo que me produce que lo único que merece la pena realmente,
sea una utopía más,
en la que me hunda sin remedio.

Por eso me voy, una vez más, pero por más tiempo,
neutral, sosegada, vacía,
para empezar de cero y crear nuevos recuerdos a los que aferrarme en las tardes de resaca.

Echaré de menos los abrazos.


lunes, 8 de agosto de 2011

Girasoles ciegos que buscan la luz.

Huye del triste amor, amor pacato,
sin peligro, sin venda ni aventura,
que espera del amor prenda segura,
porque en amor locura es lo sensato.

Ese que el pecho esquiva al niño ciego
y blasfemó del fuego de la vida,
de una brasa pensada, y no encendida,
quiere ceniza que le guarde el fuego.

Y ceniza hallará, no de su llama,
cuando descubra el torpe desvarío
que pedía, sin flor, fruto en la rama.

Con negra llave el aposento frío
de su tiempo abrirá. ¡Desierta cama,
y turbio espejo y corazón vacío!

miércoles, 3 de agosto de 2011

El caos y la insomne conciencia.

No sé por qué razón los seres humanos tendemos a asociar la posesión de una arraigada conciencia a la bondad o al hecho de creernos mejores personas por tenerla en mayor medida que nuestros semejantes.

Lo cierto es que pocos en la vida son capaces de inspirarnos el sentimiento de una gran derrota dentro hasta tal punto de sentirnos heridos físicamente, enfermos, por haber errado, haciendo sentirse mal a alguien que nos importa,
aunque nos creyéramos en posesión de la verdad, una vez más.


Al igual que el resto, como ser imperfecto y orgulloso, me cuesta horrores reconocer ciertas cosas, y aún más complejo me resulta retractarme de frases o de acciones que aunque crea justificadas, dañen profundamente a alguien con quien he compartido cosas sagradas.

Nadie merece ser destripado con la dolorosa verdad de sus carencias.

Conciencia es que algo te aplasta muy dentro,
con una pesadez ininterrumpida y agónica el pecho cuando sientes que se sufre por tú culpa merecidamente o no.

Al escoger las destructivas palabras clave,
y mezclarlas con el dolor que albergamos,
cuando conocemos a alquien y le herimos sin esfuerzo,
con esa frase fácil y temida cuya certeza no cuestionas,
algo de tí muere un poco,
y con la vulnerabilidad viene el rencor, y la rabia,
y te miras al espejo como la pálida representación de tí mismo en que te has convertido,
ese ser que se siente debilitado después de poderoso
esa persona que te juraste no volverías a ser, en la que odias reconocerte.

En el momento en que te entregas,
confias más de la mitad de lo que eres en el otro,
y te arriesgas a que con el tiempo,
el paso de los días, y los momentos compartidos,
se posea demasiada información que preferimos jamás sea utilizada en nuestra contra,
o que alguien sea el dueño de ciertas claves que descalabren tu integridad
esa seguridad en virtudes que crees tener y te repites que eres para poder luchar con fiereza día a día en este mundo tan absurdo en el que sobrevivimos.

No soy de esas personas que se sienten fuertes cuando hacen daño,
tampoco me siento mejor persona por ello,
pienso que cuando se somete al otro a la mayor de las humillaciones,
algo violento y deprimente te recorre,
porque nadie ha de tener la potestad de denigrar al otro
nada lo justifica aunque nos creamos con derecho de utilizar la artillería pesada para herir a nuestro antojo.

Somos ciertamente masoquistas,
y a pesar del daño, y de los años,
quien bien te quiere, te hará llorar.

Nunca he sido muy amiga de los dichos,
pero seguramente se dicen por algo.

Y si tras la tormenta,
eres capaz de reconocer pese a todo,
que recordarás lo bonito,
y que la otra persona te perdonará,
en cualquier parte del vasto mundo,
ya tienes parte del camino trazado,
y egoístamente,
deja de dolerte el pecho.

lunes, 1 de agosto de 2011

Pesadumbre y bochorno.

Tengo las arterias llenas de etcéteras, un corazón espartano y unas manos que creen en los milagros.

Datos personales

Mi foto
Una vida no cabe en 1200 caracteres.

Trying to.